– No me importa. En el hospital o el campamento, siempre estoy en las Islas.

El primer paso esta dado. Una media hora despues, me encuentro en el hospital, en una celda clara, con una buena cama limpia, con sabanas blancas. En la puerta, un letrero: “En observacion.” Poco a poco, autosugestionandome, me transformo en un chalado. Es un juego peligroso el gesto de torcer la boca y morderme el labio inferior, ese gesto estudiado en un trozo de espejo, lo he trabajado tan bien, que a veces me sorprendo haciendolo sin haber tenido la intencion. No conviene entretenerse mucho tiempo con ese jueguecito, Papi. A fuerza de obligarte a sentirte virtualmente desequilibrado puedes salir malparado, si no tarado. Sin embargo, debo emplearme a fondo si quiero llegar a la meta. Ingresar en el asilo, ser clasificado como irresponsable y, despues, pirarmelas con mi companero. ?Darme el piro! Esta frase magica me transporta, y me veo ya sentado encima de los dos toneles, empujado hacia Tierra Grande en compania de mi companero, el enfermero italiano.

El galeno pasa visita cada dia. Me examina largo y tendido, y siempre nos hablamos educada y gentilmente. El hombre esta turbado, pero aun no convencido. Asi, pues, voy a decirle que siento punzadas en la nuca, primer sintoma.

– ?Que tal, Papillon? ?Has dormido bien?

– Si, doctor. Gracias, estoy casi bien. Gracias por el Match que me presto. En cuanto a dormir, la cosa cambia. En efecto, detras de mi celda hay una bomba, seguramente para regar algo, pero el pam-pam que produce el brazo de esa bomba, durante toda la noche, me llega hasta la nuca y se diria que, en el interior, produce como un eco: ?pam-pam! Y eso, toda la noche. Es insoportable. Asi que le agradeceria que me cambiara de celda.

El galeno se vuelve hacia el guardian y, rapidamente, murmura:

– ?Hay una bomba?

El guardian hace con la cabeza signo de que no.

– Vigilante, cambielo de celda. ?Adonde quieres ir?

– Lo mas lejos posible de esta maldita bomba, en el extremo del corredor. Gracias, doctor.

La puerta se cierra y me encuentro solo en mi celda. Un ruido casi imperceptible me alerta. Se me observa por una rendija. Seguramente, es el galeno, pues no le he oido alejarse cuando se han retirado. Asi que, rapidamente, tiendo el puno hacia la puerta que esconde la bomba imaginaria y grito, no demasiado fuerte:

– ?Parate, parate, maldita asquerosa! ?No acabaras de regar, jardinero del demonio?

Y me acuesto en mi cama, con la cabeza escondida bajo la almohada.

No he oido cerrarse la aldaba de la mirilla, pero si unos pasos que se alejan. Conclusion: eran el galeno y el guardian.

Por la tarde, me han cambiado de celda. La impresion que he causado esta manana ha debido de ser buena porque, para acompanarme unos metros, hasta el fondo del corredor, habia dos guardianes y dos presos enfermeros. (Como ellos no me han dirigido la palabra, yo tampoco lo he hecho. Me he limitado a seguirlos sin decir nada. Dos dias despues, segundo sintoma: los zumbidos en los oidos.

– ?Que tal, Papillon? ?Has terminado de leer la revista que te mande?

– No, no la he leido. Me he pasado todo el dia y parte de la noche tratando de ahogar un mosquito o moscardon que ha anidado en mi oido. Me pongo un trozo de algodon, pero no hay manera. El ruido de sus alas no se detiene, y zum, zum, zum… Aparte de cosquillearme desagradablemente, el bordoneo es continuo. ?Y eso acaba por fastidiar, matasanos! ?Que piensas de ello? Quiza, si no he conseguido asfixiarlos, podriamos tratar de ahogarlos. ?Que dices?

El gesto que hago con la boca no se detiene, y veo que el doctor lo nota. Me toma la mano y me mira fijamente a los ojos. Advierto que esta turbado y apenado.

– Si, amigo Papillon, vamos a ahogarlos. Chatal, mande que le hagan lavados de oido.

Cada manana, estas escenas se repiten con variantes, pero el doctor no parece decidirse a enviarme al asilo.

Chatal, en una ocasion en que ha venido a ponerme una inyeccion de bromuro, me advierte:

– Por el momento, todo va bien. El galeno esta seriamente afectado, pero lo de mandarte al asilo puede ir para largo. Demuestrale que puedes ser peligroso si quieres, para que se decida pronto.

– ?Que tal, Papillon?

El galeno, acompanado por los guardianes enfermeros y por Chatal, me saluda cortesmente al abrirse la puerta de mi celda.

– Para el carro, matasanos. -Mi actitud es agresiva-. Sabes muy bien que me va mal. Y me pregunto quien de vosotros es complice del tipo que me tortura.

– ?Y quien te tortura? ?Y cuando? ?Y como?

– En primer lugar, matasanos, ?conoces los trabajos del doctor D'Arsonval?

– Si, supongo…

– Sabes que ha inventado un oscilador de ondas multiples para ionizar el aire alrededor de un enfermo aquejado de ulceras duodenales. Con este oscilador, se envian corrientes electricas. Pues bien; figurate que un enemigo mio ha choriziado un aparato del hospital de Cayena. Cada vez que estoy durmiendo tranquilamente, pulsa el boton y la descarga me alcanza en pleno vientre y en los muslos. Me disparo de golpe, y doy un salto en mi cama de mas de diez centimetros de altura. ?Como quieres que asi pueda resistir y dormir? Esta noche no ha parado. Apenas he comenzado a cerrar los ojos, ipam!, cuando ha llegado la corriente. Todo mi cuerpo se distiende como un resorte al ser liberado. ?No puedo mas, matasanos! Advierte a todo el mundo que al primero que descubra que es complice de ese tipo, lo desmonto. No tengo ninguna clase de armas, es cierto, pero si bastante fuerza como para estrangularlo, sea quien sea. ?A buen entendedor, etcetera! Y dejame en paz con tus buenos dias de hipocrita y tus “?que tal, Papillon?”. Te lo repito, matasanos, ?para el carro!

El incidente ha dado sus frutos. Chatal me ha dicho que el medico ha advertido a los guardianes que tengan mucho cuidado. Que no abran jamas la puerta de mi celda si no son dos o tres, y que me hablen siempre cortesmente. El medico dice: “Sufre de mania persecutoria, y hay que enviarlo al asilo lo antes posible.”

– Creo que, acompanado por un solo vigilante, puedo encargarme de conducirlo al asilo -ha propuesto Chatal, para evitar que me pongan la camisa de fuerza.

– Papi, ?has comido bien?

– Si, Chatal, la comida esta buena.

– ?Quieres venir conmigo y con Monsieur Jeannus?

– ?Adonde vais?

– Vamos hasta el asilo a llevar los medicamentos. Te sentara bien un paseo.

Y los tres salimos del hospital, hacia el asilo. Mientras caminamos, Chatal habla y, luego, en un momento dado, cuando estamos a punto de llegar, dice:

– ?Estas cansado del campamento, Papillon?

– ?Oh, si! Estoy harto, sobre todo desde que mi amigo Carbonieri ya no esta alli.

– ?Porque no te quedas unos dias en el asilo? Asi, el tipo del aparato acaso tarde mas en enviarte la corriente.

– Es una buena idea, pero ?tu crees que me admitiran? No estoy enfermo del cerebro.

– Dejame hacer. Hablare por ti -dice el guardian, muy contento de que caiga en la supuesta trampa de Chatal.

Asi, pues, estoy en el asilo con un centenar de locos. ?Y no es grano de anis vivir con unos majaretas! En grupos de treinta a cuarenta, tomamos el aire en el patio mientras los enfermeros limpian las celdas. Todo el mundo va completamente desnudo, dia y noche. Por fortuna, hace calor. A mi, me han dejado el calzado.

Acabo de recibir del enfermero un cigarrillo encendido. Sentado al sol, pienso que hace ya cinco dias que estoy aqui y que aun no he podido ponerme en contacto con Salvidia.

Se me acerca un loco. Conozco su historia. Se llama Fouchet. Su madre habia vendido su casa para enviarle quince mil francos a traves de un vigilante, y asi tratar de evadirse. El guardian debia quedarse cinco mil y entregar diez mil. Ese guardian arramblo con todo, y luego se marcho a Cayena. Cuando Fouchet supo por otro conducto que su madre le habia mandado la pasta, y que se habia despojado de todo inutilmente, se volvio loco furioso y, el mismo dia, ataco a unos vigilantes. Reducido, no tuvo tiempo de hacer dano. Desde aquel dia, hace ya tres o cuatro anos de ello, esta con los locos.

– ?Quien eres?

Miro a ese pobre hombre, joven aun, de unos treinta anos, plantado ante mi y que me interroga.

– ?Quien soy? Un hombre como tu, ni mas ni menos.

– Es una contestacion estupida. Veo que eres un hombre puesto que tienes una verga y unos cojones; si fueras una mujer, tendrias un agujero. Te pregunto quien eres, es decir, como te llamas.

– Papillon.

– ?Papillon? ?Eres una mariposa? Pobre de ti. Una mariposa vuela y tiene alas. ?Donde estan las tuyas?

– Las he perdido.

– Es preciso que las encuentres, asi podras escaparte. Los guardianes no tienen alas. Los enganaras. Dame tu cigarrillo.

Sin darme tiempo a tenderselo, me lo saca de la boca. Luego, se sienta frente a mi y fuma con delectacion.

– Y tu, ?quien eres? -le pregunto.

– Yo soy un desdichado. Cada vez que tienen que darme algo que me pertenece, me estafan.

– ?Por que?

– Porque asi son las cosas. Asi que mato la mayor cantidad posible de guardianes. Esta noche, he colgado a dos. Sobre todo, no se lo digas a nadie.

– ?Por que los has colgado?

– Me han robado la casa de mi madre. Figurate que mi madre me ha enviado su casa, y ellos, como la han encontrado bonita, se la han quedado y viven dentro. ?Acaso no he hecho bien en colgarles?

– Tienes razon. Asi no se aprovecharan de la casa de tu madre.

– El guardian gordo que ves alli, detras de la reja, ?lo ves?, tambien vive en la casa. A ese, tambien me lo cargare, ya veras.

Se levanta y se va.

?Uf! No es divertido estar obligado a vivir entre locos, sino peligroso. Por la noche, gritan en todas partes, y cuando hay luna llena, estan mas excitados que nunca. ?Como puede influir la luna en la agitacion de los dementes? No puedo explicarlo, pero he comprobado muchas veces que influye.

Los guardianes redactan informes sobre los locos que estan en observacion. Conmigo, hacen experimentos. Por ejemplo, olvidan voluntariamente sacarme al patio. Esperan a ver si lo reclamo. O bien no me dan una comida. Tengo un baston con un bramante y hago ver que pesco. El jefe de vigilantes dice:

– ?Pican, Papillon?

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