compacto que formamos el tonel, Salvidia y yo. Entonces, rabiosamente, con todas mis fuerzas, empujo la balsa. El, seguramente, tambien estira, pues de un solo golpe nos vemos libres y arrastrados por la ola. Salvidia ha sido el primero en subirse encima de los toneles y, en el momento en que yo, a mi vez, me izo, una ola enorme nos coge por debajo y nos lanza como una pluma contra una roca puntiaguda y salediza. El espantoso golpe es tan fuerte, que los toneles se parten y los fragmentos se dispersan. Cuando la ola se retira, me lleva a veinte metros de la roca. Nado y me dejo arrastrar por otra ola que avanza directamente hacia la costa. Aterrizo literalmente sentado entre dos rocas. Tengo tiempo de agarrarme antes de ser arrastrado de nuevo. Con contusiones en todas partes, consigo alejarme de alli, pero cuando salgo del agua, me doy cuenta de que he sido llevado a mas de cien metros del punto donde efectuamos la botadura.

Sin tomar precauciones, grito:

– ?Salvidia! ?Romeo! ?Donde estas?

No me contesta nadie. Anonadado, me echo en el camino, me despojo del pantalon y de mi blusa de marinero de lana, y me encuentro completamente desnudo, sin mas que mis botas. ?Maldita sea! ?Donde esta mi amigo? Y grito de nuevo hasta desganitarme:

– ?Donde estas?

Tan solo el viento, el mar y las olas me responden. Me quedo alli no se cuanto tiempo, inmovil, Completamente agotado fisica y moralmente. Luego, lloro de rabia y arrojo el saquito que llevo al cuello, con el tabaco y el encendedor, atencion fraternal de mi amigo hacia mi, pues el no fuma.

En pie, cara al viento, cara a esas olas monstruosas que vienen a barrerlo todo, levanto el puno e increpo al Cielo.

El viento amaina, y esa calma aparente me hace bien y me devuelve a la realidad.

Subire de nuevo al asilo y, si puedo, volvere a la enfermeria. Con un poco de suerte, sera posible.

Asciendo otra vez la costa con una sola idea: regresar y acostarme en mi cama. Ni visto ni oido. Sin dificultades, llego al corredor de la enfermeria. He saltado el muro del asilo, pues no se donde ha puesto Salvidia la llave de la puerta principal.

Sin necesidad de buscar mucho, encuentro la llave de la enfermeria. Entro de nuevo y cierro tras de mi con dos vueltas. Me dirijo a la ventana y arrojo la llave muy lejos; cae al otro lado de la pared. Y me acuesto. Lo unico que podria delatarme es el hecho de que mis botas esten mojadas. Me levanto y voy a sacudirlas a la letrina. Con la sabana subida hasta la cara, poco a poco entro en calor. El viento y el agua de mar me habian helado. ?Acaso mi companero se ha ahogado de veras? Tal vez ha sido arrastrado mucho mas lejos que yo, y ha podido ir a dar en el extremo de la isla. ?No he regresado demasiado. pronto? Hubiera debido esperar un poco mas. Me recrimino por haber admitido con demasiada rapidez que mi companero estaba perdido.

En el cajon de la mesita de noche, se encuentran dos pastillas para dormir. Me las trago sin agua. La saliva me basta para que se deslicen cuello abajo.

Duermo hasta que, sacudido, veo al guardian enfermero ante mi. La habitacion, esta llena de sol y la ventana, abierta. Tres enfermeros miran desde fuera.

– ?Que pasa, Papillon? Duermes como una marmota. Son las diez de la manana. ?No te has bebido el cafe? Esta frio. Mira, bebetelo.

No del todo despierto, advierto al menos que, por lo que a mi respecta, nada parece anormal.

– ?Por que me ha despertado?

– Porque como tus quemaduras estan curadas, tenemos necesidad de la cama. Vas a volver a tu celda.

– De acuerdo, jefe.

Y lo sigo. Al pasar, me deja en el patio. Aprovecho la ocasion para dejar secar mi calzado.

Hace ya tres dias que la fuga ha fracasado. Ningun rumor ha llegado hasta mi. Voy de mi celda al patio y del patio a mi celda. Salvidia no ha vuelto a aparecer, asi que el pobre ha muerto, sin duda aplastado contra las rocas. Yo mismo me he escapado por los pelos y, con toda seguridad, me he salvado porque iba detras en vez de delante. ?Como saber lo que ha pasado? Es preciso que salga del asilo. Va a ser mas dificil hacer creer que estoy curado o, al menos, apto para regresar al campamento, que ingresar en el asilo. Ahora, es preciso que convenza al doctor de que estoy mejor.

– Monsieur Rouviot es el jefe de enfermeros-, tengo frio por la noche. Le prometo no ensuciar mi ropa. ?Por que no me da usted un pantalon y una camisa, por favor?

El guardian esta estupefacto. Me mira muy sorprendido y me dice:

– Sientate conmigo, Papillon. Dime, ?que te pasa?

– Jefe, estoy sorprendido de encontrarme aqui. Esto es el asilo, de modo que estoy entre los locos, ?no? ?Acaso, por azar, he perdido la chaveta? ?Por que estoy aqui? Tenga la amabilidad de decirmelo, jefe.

– Querido Papillon, has estado enfermo, pero veo que tienes mejor aspecto. ?Quieres trabajar?

– Si.

– ?Que quieres hacer?

– Cualquier cosa.

Y heme aqui vestido, ayudando a limpiar las celdas. Por la noche, me dejan la puerta abierta hasta las nueve, y me encierran solo cuando entra de turno el guardian de noche.

Un auvernes, preso enfermero, me ha hablado por primera vez ayer por la noche. Estabamos solos en el puesto de guardia. El guardian aun no habia llegado. Yo no conocia a aquel tipo, pero el, segun dice, me conoce bien.

– No vale la pena que continues fingiendo ya, macho.

– ?Que quieres decir?

– Pero, bueno, ?acaso crees que me la has dado con queso con tu comedia? Hace siete anos que soy enfermero con los majaretas, y desde la primera semana comprendi que eras un tambor (simulador).

– ?Y que mas?

– Que lamento sinceramente que fracasaras en tu fuga con Salvidia. A el le costo la vida. De veras que lo siento, porque era un buen amigo, a pesar de que, antes, nunca se franqueo conmigo, pero no se lo tomo en cuenta. Si tu tienes necesidad de lo que sea, dimelo; me sentire feliz de hacerte un favor. Sus ojos tienen una mirada tan franca, que no dudo de su rectitud. Y si nunca oi hablar bien de el, tampoco oi hablar mal, asi que debe ser un buen chico.

?Pobre Salvidia! Debio de armarse una buena cuando se advirtio que se habia marchado. Han encontrado los fragmentos de tonel devueltos por el mar. Estan seguros de que se lo han zampado los tiburones. El galeno organiza un follon de mil demonios a causa del aceite derramado. Dice que, con la guerra, tardaremos en volver a conseguirlo.

– ?Que me aconsejas que haga?

– Voy a hacer que te nombren del grupo que sale del asilo todos los dias a buscar viveres al hospital. Te servira de paseo. Comienza a portarte bien. Y de diez conversaciones, manten ocho sensatas, pero tampoco hay que curarse demasiado de prisa.

– Gracias. ?Como te llamas?

– Dupont.

– Gracias, macho. No olvidare tus buenos consejos.

Hace ya casi un mes que se me fastidio el piro. Seis dias mas tarde, han encontrado el cuerpo flotante de mi companero. -Por un azar inexplicable, los tiburones no se lo habian zampado. Pero los demas peces, al parecer, habian devorado todas sus entranas y una parte de la pierna, segun me cuenta Dupont. Su craneo estaba roto. En razon de su grado de descomposicion, no se le ha hecho la autopsia. Pregunto a Dupont si tiene la posibilidad de hacerme salir una carta para el Correo. Habria que remitirsela a Galgani para que, en el momento de sellar la saca del Correo, la deslice dentro.

Escribo a la madre de Romeo Salvidia, en Italia:

Senora: Su hijo ha muerto sin cadenas en los pies. Ha muerto en el mar, valientemente, lejos de los guardias y de la prision. Ha muerto libre y luchando audazmente para conquistar su libertad. Nos habiamos prometido el uno al otro escribir a nuestra familia si una desgracia nos sucedia a cualquiera de los dos. Cumplo con este doloroso deber, besando a usted filialmente la mano.

El amigo de su hijo,

Papillon.

Una vez cumplido este deber, decido no pensar mas en esta pesadilla. Es la vida. Queda salir del asilo, ir cueste lo que cueste a la isla del Diablo e intentar una nueva fuga.

El guardian me ha nombrado jardinero de su jardin. Hace ya dos meses que me porto bien, y he conseguido que me aprecien hasta el punto de que ese imbecil de guardian no quiere soltar me. El auvernes me dice que, en la ultima visita el galeno queria hacerme salir del asilo para enviarme al campamento en “salida de prueba”. El guardian se ha opuesto diciendo que su jardin nunca habia sido trabajado con tanto cuidado.

Asi que, esta manana, he arrancado todas las fresas y las he arrojado a la basura. En el sitio de cada fresa, he plantado una crucecita. Tantas fresas, tantas cruces. No vale la pena describir el escandalo que se armo. Aquel animalote de guardian de presidio ha llegado al grado maximo de la indignacion. Babeaba y se ahogaba al querer hablar, pero ningun sonido brotaba de su boca. Sentado en una carretilla, al final ha llorado a moco tendido. Me he pasado un poco de rosca, pero ?que podia hacer?

El galeno no se ha tomado el asunto por lo tragico.

– Este enfermo -insiste- debe ser sometido a una “salida de prueba” al campamento, para readaptarse a la vida normal. Esa idea extravagante se le ha ocurrido por estar solo en el jardin.

– Dime, Papillon, ?por que has arrancado las fresas y has colocado cruces en su lugar?

– No puedo explicar esta accion, doctor, y le pido perdon al vigilante. A el le gustaban tanto las fresas, que estoy desolado de veras. Le pedire al buen Dios que le conceda otras.

Heme aqui en el campamento. Vuelvo a encontrar a mis amigos. El lugar de Carbonieri esta vacio, y yo coloco mi hamaca al lado de ese espacio vacio, como si Matthieu continuara estando alli.

El doctor me ha hecho coser en la blusa de marinero: “En tratamiento especial.” Nadie mas que el galeno debe mandarme. Me ha dado orden de recoger las hojas desde las ocho a las diez de la manana, frente al hospital. He bebido el cafe y he fumado algunos cigarrillos en compania del galeno, en un sillon, ante su casa. Su esposa esta sentada con nosotros, y el galeno trata de que yo le hable de mi pasado, ayudado por su mujer.

– ?Y que mas, Papillon? ?Que le sucedio despues de haber dejado a los indios pescadores de perlas…?

Todas las tardes las paso con estas personas admirables.

– Venga a verme cada dia, Papillon -dice la esposa del doctor-. En primer lugar, quiero verlo y, luego tambien escuchar las historias que le han sucedido.

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