ojos el otro lado de la Luna.» Ahora Baedecker leyo con interes que, segun las investigaciones de Dave, Belyayev en efecto habia sido escogido para ser el primer cosmonauta que realizara un vuelo cincunlunar en un transbordador Zond modificado. La fecha de lanzamiento estaba programada para pocos meses despues de esa primavera de 1968 en que Baedecker y los demas habian hablado con el. Sin embargo, fue Apollo 8 el primer transbordador espacial que circunvolo la Luna esa Navidad, y el programa lunar sovietico se archivo en silencio con el pretexto de que los rusos nunca habian planeado viajar a la Luna. Belyayev murio un ano despues, cuando le operaron una ulcera sangrante y el infortunado cosmonauta -en vez de alcanzar la fama como el primer hombre que habia visto el otro lado de la Luna con sus propios ojos- recibio la distincion menor de ser el primer «heroe espacial» ruso que al morir no fue sepultado en la Muralla del Kremlin. Baedecker penso en su padre: «todo se despedaza y solo esperas la muerte».

Los capitulos sobre los cuatro astronautas americanos no eran mas que bocetos, aunque era obvio el rumbo que seguirian. Al igual que los retratos de los exploradores antarticos, los fragmentos sobre el Apollo tratarian de los pensamientos de los astronautas en los anos posteriores a las misiones, las nuevas perspectivas que habian ganado, las viejas perspectivas perdidas, y un comentario sobre las frustraciones que podrian sentir ante la imposibilidad de regresar a esa frontera. A Baedecker le agrado la eleccion de los astronautas, sintio gran curiosidad por sus opiniones y testimonios y entendio que este seria el corazon del libro concluido, sin duda la parte mas dificil de investigar y redactar.

Estaba pensando en ello, de pie ante la ventana mirando el claro de luna en las hojas del arbol de lila, cuando Dave golpeo y entro.

– Veo que aun estas vestido -dijo Dave-. ?No puedes dormir?

– Todavia no -dijo Baedecker.

– Yo tampoco -dijo Dave, arrojandole la gorra-. ?Quieres dar un paseo?

Dirigiendose al norte por la interestatal 5 hacia Tacoma, Baedecker piensa en la llamada de Maggie la noche anterior.

– ?Maggie? -pregunto Baedecker, sorprendido de que ella lo hubiera encontrado en casa de los Muldorff. Era casi la una de la manana en la costa este-. ?Que ocurre, Maggie, donde estas?

– Boston -respondio Maggie-. Joan me ha dado el numero. Lamento lo de tu amigo, Richard.

– ?Joan? -pregunto Baedecker. La idea de que Maggie Brown hubiera hablado con su ex esposa le parecia irreal.

– Te llamo por Scott -dijo Maggie-. ?Sabes algo de el?

– No -dijo Baedecker-. Durante el ultimo par de meses le he enviado un telegrama a la vieja direccion de Poona y le he escrito, pero no he recibido respuesta. En noviembre, llame aqui, a Oregon, pero alguien del rancho me dijo que Scott no figuraba en la lista de residentes. ?Sabes donde esta?

– Estoy segura de que esta ahi -dijo Maggie-. En Oregon, en el rancho ashram. Un amigo nuestro que estuvo en la India ha vuelto a la Universidad de Boston hace unos dias. Me ha dicho que Scott regreso con el a Estados Unidos el primero de diciembre. Bruce me ha contado que Scott estuvo bastante enfermo en la India y paso varias semanas en el hospital, o en esa enfermeria que pasa por hospital, en la granja del Maestro, cerca de Poona.

– ?Asma?

– Si -afirmo Maggie-, y una disenteria grave.

– ?Te ha dicho Joan si Scott se habia puesto en contacto con ella?

– Me ha dicho que no recibia noticias de el desde principios de noviembre… desde Poona. Me ha dado el numero de los Muldorff. No debi haber llamado, Richard, pero no se me ha ocurrido otra manera de contactar contigo, y Bruce, ese amigo que volvio de la India, dice que Scott ha estado bastante enfermo. No podia bajar del avion cuando aterrizaron en Los Angeles. Esta seguro de que Scott se encuentra en el rancho de Oregon.

– Gracias, Maggie -dijo Baedecker-. Llamare alla de inmediato.

– ?Y tu como estas, Richard? -La voz de Maggie cambio. Sono mas profunda.

– Estoy bien -respondio Baedecker.

– Lamento mucho lo de tu amigo Dave. Me encantaron las anecdotas que me contaste sobre el en Colorado. Esperaba conocerlo alguna vez.

– Ojala lo hubieras conocido -dijo Baedecker, comprendiendo que lo decia con toda sinceridad. A Maggie le habria encantado el sentido de humor de Dave. Dave habria disfrutado viendola disfrutar-. Lamento no haber estado en contacto.

– Recibi tu postal de Idaho -dijo Maggie-. ?Que has hecho desde que estuviste en casa de tu hermana en octubre?

– He pasado un tiempo en Arkansas -explico Baedecker-, trabajando en una cabana que construyo mi padre. Ha permanecido vacia un largo tiempo. ?Como estas tu?

Hubo una pausa. Baedecker oyo ruidos electronicos de fondo.

– Estoy bien -respondio Maggie al fin-. Bruce, el amigo de Scott, ha regresado para pedirme que me case con el.

Baedecker sintio que se desmoronaba como cuatro dias antes, al recibir el telegrama de Diane.

– ?Piensas aceptar? -pregunto.

– Creo que no me precipitare hasta obtener mi licenciatura en mayo -dijo Maggie-. Oye, sera mejor que corte. Cuidate, Richard.

– Si -dijo Baedecker-. Eso hare.

Los fragmentos del T-38 de Dave ocupan bastante espacio en el hangar. Hay piezas de distinto tamano etiquetadas y apiladas sobre una larga fila de mesas.

– ?Cuales seran los hallazgos de la Junta de Accidentes? -pregunta Baedecker a Bob Munsen.

El mayor de la Fuerza Aerea frunce el entrecejo y hunde las manos en los bolsillos de la cazadora verde.

– Por lo que se ve, Dick, parece que hubo un ligero fallo estructural durante el despegue que causo la filtracion hidraulica. Dave se dio cuenta a catorce minutos del aeropuerto internacional de Portland y regreso de inmediato.

– Aun no entiendo por que despego de Portland -dice Baedecker.

– Porque yo aparque alli el maldito aparato antes de Navidad -responde Munsen-. Debia volar a Ogden el dia veintisiete y Dave queria viajar. Iba a tomar un vuelo comercial en Salt Lake.

– Pero tu te quedaste atascado cuarenta y ocho horas -dice Baedecker-. ?En McChord?

– Si -afirma Munsen, con disgusto y remordimiento, como si el tuviera que haber estado en el avion cuando se estrello.

– ?Por que Dave no utilizo su status prioritario para que le dejaran un asiento en un vuelo comercial si tenia tanta prisa en regresar? -pregunta Baedecker, sabiendo que nadie tiene la respuesta.

Munsen se encoge de hombros.

– Ryan queria tener el T-38 en la base Hill de la Fuerza Aerea en Ogden, el 28. Dave tenia mi autorizacion y queria pilotarlo. Cuando llamo, le dije que no habia problema, que yo regresaria a Hill.

Baedecker se acerca a la mesa y mira el metal fundido.

– Bien -dice-, fallo estructural, filtracion hidraulica. ?De que gravedad?

– Suponemos que habia perdido el sesenta por ciento de combustible auxiliar cuando cayo -dice Munsen-. ?Has oido la cinta?

– Aun no -dice Baedecker-. ?Y el motor de estribor?

– Vio una luz roja un minuto despues de que surgiera el problema hidraulico -responde Munsen-. La apago ocho minutos antes del impacto.

– ?Maldita sea! -exclama Baedecker, descargando un punetazo en la mesa y haciendo volar algunas piezas-. ?Quien demonios reviso este aparato?

– El sargento Kitt Toliver de McChord -dice Munsen con un hilo de voz-. El mejor jefe de dotacion, a cargo de la mejor dotacion tecnica que tenemos. Kitt volo conmigo para este seminario de Portland en Navidad. El tiempo empeoro, y yo regrese en coche a McChord el 26, pero Kitt estaba en la ciudad. Lo inspecciono dos veces el dia que volo Dave. Tu sabes como son estas cosas, Dick.

– Si -contesta Baedecker, pero su furia no disminuye-. Se como son estas cosas. ?Hizo Dave un chequeo

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