les sacudia los pies como la cubierta de una chalupa en un mar encrespado. Dave estaba a la izquierda, la mano derecha sobre la palanca de control automatico, la mano izquierda sobre el regulador, mientras Baedecker observaba los seiscientos medidores y pantallas, hablaba con controladores que estaban 300.000 kilometros mas alla de un vacio lleno de estatica, y trataba de prever cada capricho y alarma del sobrecargado ordenador. Cobraron una posicion vertical a dos mil quinientos metros sobre los cerros lunares, descendiendo en una trayectoria tan cierta e inevitable como una flecha en caida, y de pronto, a pesar de las exigencias del momento, el y Dave apartaron los ojos de los instrumentos para mirar por cinco eternos segundos, a traves de las ventanas triangulares, los picos rutilantes, los negros desfiladeros y las colinas de las montanas de la Luna, iluminadas por la Tierra. «Bien, amigo -susurro entonces Dave, mientras los picos se abalanzaban como dientes y las colinas rodaban como escarchadas olas de roca-, no me vendria mal una mano.»
La musica ceso, el Huey emergio del desfiladero y cruzaron un ancho rio que debia de ser el Columbia. El viento azotaba el helicoptero y Dave maniobraba con los pedales, compensando con facilidad. Treparon a treinta metros cuando una presa centelleo abajo. Baedecker miro a traves de la burbuja transparente y vio una hilera de luces, el claro de luna sobre los picos nevados. Treparon a ciento cincuenta metros y viraron a la derecha sin dejar de ascender. Baedecker vio el paso de la costa norte, atisbo un abrupto penasco a la izquierda. Treparon de nuevo, giraron sobre el eje del Huey, revolotearon.
Revoloteaban. No se oia nada. El viento empujo una vez la nave detenida y luego se aplaco. Dave senalo, y Baedecker corrio la ventanilla y se asomo para ver mejor.
Treinta metros mas abajo, la unica estructura en una colina alta por encima del espumoso Columbia, el circulo petreo de Stonehenge se erguia lechoso y sombrio a la luz de la luna llena.
– Bien, amigo, no me vendria mal una mano -dijo Dave.
El polvo se arremolino cuando descendieron a diez metros. La luz de aterrizaje se extendio y parpadeo, alumbrando el interior de una nube turbulenta. Baedecker vio un aparcamiento de grava en una superficie despareja, luego el polvo los rodeo de nuevo y los guijarros repiquetearon como granizo contra el vientre del helicoptero.
– Hablame -dijo Dave con calma.
– Ocho metros y avanzando -dijo Baedecker-. Cinco metros. Todo bien. Tres metros. Aguarda, retrocede, alla hay una roca. Correcto. De acuerdo. Abajo. Dos metros. Vas bien. Medio metro. Bien. Diez pulgadas. Contacto.
El Huey se arrellano plantandose sobre los patines. El polvo los rodeo y se disipo en una fuerte brisa. Dave apago el motor, el fulgor rojo se esfumo, y Baedecker comprendio que estaban nuevamente en el reino de la gravedad. Se quito el casco, se solto las correas y abrio la portezuela. Baedecker salto del patin y camino hacia el frente del helicoptero. Alli estaba Dave, el pelo oscuro empapado de sudor, los ojos brillantes. El viento arreciaba, agitando el pelo de Baedecker y enfriandole el cuerpo. Ambos caminaron hacia el circulo de piedras.
– ?Quien ha construido esto? -pregunto Baedecker al cabo de varios minutos de silencio. La luna llena colgaba sobre el arco mas alto. Las sombras caian sobre la enorme piedra que ocupaba el centro del circulo. Esto era Stonehenge tal como debia de haber sido cuando los druidas terminaron su labor, antes de que el tiempo y los turistas estropearan las columnas y las piedras.
– Un tio llamado Sam Hill -dijo Dave-. Era un constructor de caminos. Vino aqui a principios de siglo para fundar un pueblo y unos vinedos. Una suerte de colonia utopica. Tenia la teoria de que este tramo de la garganta del Columbia era ideal para las vinas: lluvia del oeste, sol de las laderas del este. Armonia perfecta.
– ?Tenia razon?
– No. Se equivoco por treinta kilometros. El pueblo esta en ruinas pasada aquella colina. Sam esta sepultado alla. -Senalo un camino estrecho que bajaba por una ladera empinada.
– ?Por que Stonehenge? -pregunto Baedecker.
Dave se encogio de hombros.
– Todos queremos dejar monumentos. Sam pidio este prestado. Estuvo en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial, cuando los expertos pensaban que Stonehenge habia sido un altar de sacrificios. Sam lo transformo en una especie de monumento antibelico.
Baedecker se acerco y vio nombres tallados en las piedras. Lo que al principio parecia roca era cemento.
Caminaron hacia el sur del circulo y contemplaron el rio. Las luces de una ciudad y un puente resplandecian varios kilometros al oeste. El viento soplaba con fuerza, curvando las hojas de hierba de la ladera, arrastrando el frio aroma del otono.
– El Camino de Oregon termina cerca de aqui -dijo Dave, senalando las luces. Luego anadio-: ?Te has preguntado alguna vez por que esos colonos vinieron hasta aqui, dejando atras tres mil kilometros de magnificas tierras, solo para seguir un sueno?
– No -dijo Baedecker-. Creo que no.
– Yo si. Me lo pregunto desde que era nino. Cielos, Richard, recorro este pais en automovil y no me imagino cruzandolo a pie o en esas toscas carretas, a paso de buey. Cuanto mas conozco el pais, mas comprendo que todo hombre que desee ser presidente de Estados Unidos esta cometiendo el maximo pecado de soberbia. Espera un minuto. Vuelvo en seguida.
Dave regreso por el circulo de piedras y Baedecker se quedo en el borde del penasco, sintiendo la frescura de la brisa, escuchando el arrullo de un pajaro nocturno. Dave regreso con un
– Cielos -exclamo Baedecker-, este no es el
– Claro que si -dijo Dave. Durante su ultima actividad extravehicular, mientras actuaba para la camara de television del Rover, Dave saco un
Les comunicaron lo sucedido por radio al final de su periodo de sueno, cuatro horas antes del reingreso. El comunicador pregunto si alguno de ellos tenia alguna opinion sobre el asunto o alguna sugerencia para aplacar a los criticos.
– ?Es seguro este canal? -pregunto Dave.
Houston le aseguro que si.
– Bien, que les den por el culo -dijo laconicamente Dave, pasando asi a la historia documentada como el primer piloto que usaba ese termino en una transmision en vivo, al menos en el campo de la astronautica. Sin duda, le habia costado su futura participacion en el programa
Dave le arrojo el
– Funciona mejor en el aire -comento Dave.
Arrojaron el disco reluciente de aqui para alla varios minutos. Baedecker se sintio inundado por una oleada de afecto.
– ?Sabes que creo? -dijo Dave al cabo de un rato.
– ?Que crees?
– Creo que el viejo Sam y todos los demas estaban en lo cierto. Dejas atras todos esos lugares y sigues andando porque el lugar hacia el que te diriges es perfecto. -Atajo el