Prescott se marcho cuando un encargado de relaciones publicas de la NASA en mangas de camisa y corbata negra se acerco a la puerta del comedor.
– ?Coronel Baedecker?
– Si.
– La tripulacion esta lista para el postre. ?Quieren entrar, por favor?
Habia cinco astronautas y otros siete hombres ante la larga mesa. Tucker Wilson se encargo de las presentaciones. Ademas de Tucker, Baedecker conocia a Fred Hagen, el copiloto de la mision, y a Donald Gilroth, uno de los administradores actuales. Gilroth habia engordado considerablemente y conseguido mayor influencia desde que Baedecker lo habia visto por ultima vez.
Los otros tres astronautas, dos especialistas de mision y un especialista en cargamento, pertenecian tambien a la Fuerza Aerea. Tucker era el unico piloto a tiempo completo en la NASA involucrado en esta mision, y a pesar de los recientes esfuerzos para incluir mujeres y minorias en la labor espacial, este vuelo militar era un retroceso a la tradicion de varones blancos y protestantes. Conners y Miller, los especialistas de mision, eran callados y serios, pero el miembro mas joven de la tripulacion, un rubio llamado Holmquist, tenia una risa estridente y contagiosa que se granjeo de inmediato las simpatias de Baedecker.
Hubo unos pocos minutos de obligatoria evocacion de los dias del
– Fred, has esperado mucho para esto, ?verdad?
Hagen asintio. Era unos anos mas joven que Baedecker, pero su corte a cepillo habia encanecido de inmediato, asi que se parecia a Archibald Cox. Baedecker noto que la mayoria de los pilotos del transbordador se acercaban a su edad. El espacio, otrora una frontera formidable que hacia temer a los expertos que los pilotos de prueba mas jovenes, audaces y fuertes del pais no pudieran soportar sus rigores, ahora pertenecia a hombres con lentes bifocales y problemas de prostata.
– He esperado desde que se frustro el MOL -respondio Hagen-. Con un poco de suerte, ayudare a poner en orbita al sucesor, como parte de la estacion espacial.
– ?Que era el MOL? -pregunto Scott.
– El laboratorio espacial tripulado -explico Holmquist. El rubio especialista solo tenia dos o tres anos mas que Scott-. Era uno de los proyectos predilectos de la Fuerza Aerea, como el X-20
– Si -dijo Tucker, arrojando una servilleta doblada al joven astronauta-, anterior a los transistores.
– Supongo que podriais contemplar el transbordador como un
– Claro -dijo Hagen-, y el
– Pero en esta mision no llevais material del
Se hizo un silencio y varios hombres menearon la cabeza. El cargamento del Departamento de Defensa era tema prohibido en esta conversacion, y Scott lo sabia.
– ?Aun os preocupa el tiempo? -pregunto Baedecker. Hacia dias que se acumulaban tormentas en el Golfo durante la manana.
– Un poco -dijo Tucker-. El ultimo mensaje de meteorologia fue que no habia problemas, pero no parecia muy sincero. Que diablos. Las ventanas son pequenas, pero las tendremos tres dias consecutivos. ?Manana estareis en los palcos VIP, Dick?
– No me lo perderia -dijo Baedecker.
– ?Que piensas de todo esto, Scott? -pregunto Hagen. El coronel de la Fuerza Aerea miraba al pelirrojo con cordial interes.
Scott iba a encogerse de hombros pero cambio de parecer. Miro de soslayo al padre y encaro a Hagen.
– Para ser franco, lo encuentro interesante y un poco triste.
– ?Triste? -exclamo Miller, uno de los especialistas de mision, un hombre inquisitivo y moreno que recordaba a Gus Grissom-. ?Por que triste?
Scott abrio los dedos de la mano izquierda y cobro aliento.
– Manana no transmitireis el lanzamiento, ?verdad? Ni permitireis reporteros en el Cabo. Ni se anunciara la marcha de la mision, excepto lo absolutamente imprescindible. Ni siquiera vais a anunciar con exactitud cuando tendra lugar el lanzamiento, ?correcto?
– Correcto -confirmo el capitan Conners, con el tono cortante de la Academia de la Fuerza Aerea-. Es lo menos que podemos hacer por la seguridad nacional en lo que sera una mision clasificada. -Conners miro de soslayo a los demas mientras un camarero recogia los platos y volvia a llenar las tazas de cafe. Holmquist y Tucker sonreian. Los demas simplemente miraban.
Scott se encogio de hombros, pero sonrio antes de hablar y Baedecker sintio que la feroz intensidad que durante anos habia irradiado su hijo se habia aplacado un poco en las ultimas semanas.
– Entiendo eso -dijo Scott-, pero recuerdo los dias en que volaba papa, cuando la prensa se enteraba de cada pedo que se tiraba un astronauta…, perdon, pero asi era. Tambien para las familias. Al menos durante las misiones. Lo que trato de decir es: recordemos cuan abierto era, y como lo comparabamos con la reserva del programa ruso. Nos enorgulleciamos de que todos pudieran verlo. Asi que me entristece un poco que nos parezcamos en algo a los sovieticos.
Miller abrio la boca para hablar, pero la risa de Holmquist lo interrumpio.
– Muy cierto -dijo Holmquist-, pero te dire, jovencito, que todavia nos falta mucho para parecemos a los rusos. ?Has visto a los periodistas del aeropuerto Melbourne tomando notas cuando llego el equipaje de los contratistas de defensa? Es todo lo que necesitaban para saber que clase de cargamento llevamos. ?Lo has visto hoy en el
Scott meneo la cabeza.
El joven especialista en cargamento paso a describir los articulos publicados en la prensa y television, sin confirmar ni negar su veracidad pero explayandose humoristicamente sobre los frustrados esfuerzos de los encargados de prensa de la Fuerza Aerea, que habian tratado de tapar con un dedo un dique que se habia transformado en una criba. Uno de los administradores de la NASA conto una historia sobre las embarcaciones de la prensa que fueron apresadas en la zona cuando los barcos de inteligencia sovieticos se desplegaban a poca distancia del area restringida.
Fred Hagen conto una anecdota de sus dias del X-15, cuando un emprendedor corresponsal se disfrazo de oficial visitante de la Fuerza Aerea brasilena para conseguir una exclusiva. Baedecker hablo de su viaje a la Union Sovietica antes del proyecto
Hubo mas risas mientras las conversaciones se dividian y varios administradores se despedian. Holmquist y Tucker hablaban con Scott cuando Don Gilroth rodeo la mesa y apoyo la mano en el hombro de Baedecker.
– Dick, ?podemos tomarnos un minuto? ?Afuera?
Baedecker siguio al otro hombre a la desierta sala de espera. Gilroth cerro la puerta y se acomodo el cinturon sobre el ancho vientre.
– Dick, no sabia si podriamos hablar manana, asi que preferi hacerlo hoy.
– ?Hablar de que?
– De trabajar para la NASA -dijo el administrador.
Baedecker parpadeo sorprendido. Nunca se le habia ocurrido la idea.
– He hablado con Cole Prescott, Weitzel y algunos de los demas, y he oido que estas examinando otras propuestas, pero te queria comunicar que la NASA tambien esta interesada -dijo Gilroth-. Se que nunca podremos