porque tenia la costumbre de escuchar atentamente a los demas. O de observar cosas que la gente hacia o decia y recordarlas despues. Quiza porque nunca se conformaba con las explicaciones con que se conformaba al resto. Lo cierto es que, cuando se presento la oportunidad en la India, trate de arreglar las cosas para que tu y ella tuvierais unos dias para conoceros.
Baedecker miro incredulo a su hijo.
– ?Estas diciendo que por eso hiciste que fuera a recibirme en el aeropuerto de Nueva Delhi? ?Por eso me tuviste esperando una semana para verte en Poona?
Scott termino los huevos, se limpio la boca con una servilleta y se encogio de hombros.
– Demonios -exclamo Baedecker, frunciendo el ceno.
Scott sonrio. Continuo sonriendo hasta que Baedecker tambien sonrio.
El lanzamiento se suspendio cuando faltaban tres minutos para la ignicion.
Baedecker y Scott estaban sentados en los palcos VIP, cerca del edificio de Ensamblaje, y miraban hacia el canal cuando los cirros altos del oeste fueron rapidamente reemplazados por cumulo nimbos. El lanzamiento estaba planeado para las 9.54. A las 9.30 las nubes cubrian el cielo y las rafagas de viento alcanzaban los veinticinco nudos, cerca del maximo permitido. A las 9.49 centellearon relampagos en el horizonte y empezo una lluvia intermitente. Baedecker se encontraba en ese mismo palco cuando un rayo dio en el
Baedecker dejo que Scott condujera el Beretta alquilado mientras la marea de vehiculos se dirigia al oeste por la autopista.
– Scott -dijo-, ?cuales son tus planes si manana se realiza el lanzamiento?
– Lo que habia planeado antes -dijo Scott-. Ir a Daytona unos dias para visitar a Terry y Samantha. Y la semana que viene volar a Boston para ver a mama cuando llegue de Europa. ?Por que?
– Solo me preguntaba -dijo Baedecker. Los limpiaparabrisas chascaban en una inutil batalla contra el chaparron. Las luces de freno parpadeaban en la larga fila que los precedia-. En realidad, estaba pensando en volar hoy a Boston. Si espero hasta despues del lanzamiento de manana por la tarde, no tendre tiempo suficiente para mi cita en Austin el lunes.
– ?Boston? -dijo Scott-. Oh, claro… no seria mala idea.
– ?Irias a Daytona esta noche, entonces?
Scott reflexiono un segundo, tamborileando en el volante con los dedos.
– No, no creo. Ya le dije a Terry que llegaria manana por la noche o el domingo. Me quedare aqui a mirar el lanzamiento.
– ?No te importa? -pregunto Baedecker, mirando a su hijo. Los meses que habian pasado juntos la primavera y el verano anterior le habian ensenado a calibrar la verdadera reaccion de Scott ante las cosas.
– No, no me importa -dijo Scott, con una sonrisa franca-. Vamos al motel a buscar tus cosas.
La lluvia habia amainado bastante cuando viraron al sur por la autopista 1.
– Espero que el Dia de Accion de Gracias no te haya resultado deprimente -dijo Baedecker. Habian comido solos en el motel antes de ir a la reunion de los astronautas.
– ?Bromeas? -dijo Scott-. Ha sido magnifico.
– Scott, ?te importaria hablarme de tus planes? Tus planes a largo plazo.
Su hijo se acaricio el pelo corto y humedo.
– Ver a mama por un tiempo. Terminar este semestre.
– ?De veras piensas terminar?
– ?A cinco semanas de la graduacion? Ya lo creo.
– ?Y despues?
– ?Despues de la graduacion? Bien, he estado pensando en ello, papa. La semana pasada recibi una carta de Norm diciendome que podria volver a su equipo de construccion y trabajar hasta mediados de agosto. Me ayudaria a pagar el curso de doctorado de Chicago.
– ?Planeas ir alla?
– Si el programa de filosofia es tan bueno como dice Kent, me tienta bastante -dijo Scott-. Y aunque la beca es parcial, es el mejor trato que me han ofrecido. Pero tambien he estado pensando en ingresar en las fuerzas armadas por un par de anos.
Baedecker miro a su hijo. Se habria sorprendido del mismo modo si Scott le hubiera anunciado impavidamente que volaba a Suecia para hacerse una operacion de cambio de sexo.
– Es solo una idea -dijo Scott, pero algo en la voz sugeria lo contrario.
– No te comprometas con nada semejante a menos que yo cuente con unas horas, o semanas, para tratar de disuadirte -dijo Baedecker.
– Lo prometo. Oye, siempre pasaremos la Navidad en la cabana, ?verdad?
– Esa es mi intencion -dijo Baedecker.
Enfilaron hacia el este por la autopista 520 y viraron al sur, dejando atras la incesante hilera de moteles de Cocoa Beach. Baedecker se pregunto cuantas veces habia conducido por este camino desde la base Patrick de la Fuerza Aerea, impaciente por llegar al Cabo.
– ?Cual de ellas? -pregunto.
– ?Como? -pregunto Scott, buscando la entrada del motel a traves de un nuevo chaparron.
– ?Que fuerza?
Scott viro hacia la calzada y aparco frente al edificio. La lluvia repiqueteaba sobre el techo.
– Pero, papa. ?Necesitas preguntarmelo? ?Despues de haberme criado en una familia orgullosa de tres generaciones de Baedecker en el cuerpo de
Nevaba en Boston, y estaba oscureciendo cuando Baedecker cogio un taxi desde el aeropuerto internacional Logan hasta una direccion cercana a la Universidad de Boston. Todavia bronceado despues de tres dias en Florida, miro a traves de la penumbra el agua marronosa y helada del rio Charles y tirito. Las luces se encendian en las oscuras margenes. La nieve se transformaba en un agua mugrienta que las llantas de los coches salpicaban en la calle.
Baedecker siempre habia imaginado a Maggie viviendo cerca del campus, pero el apartamento estaba a cierta distancia, cerca de Fenway Park. La apacible calle lateral estaba bordeada por escalinatas y arboles desnudos; el vecindario habia estado al borde de la decadencia en los anos 60, jovenes profesionales lo rescataron en los 70 y ahora estaba a punto de ser invadido por ricachones de mediana edad en busca de un hogar permanente.
Baedecker pago al chofer y corrio del taxi a la puerta del viejo edificio. Habia intentado llamar desde Florida y desde Logan, pero fue en vano. Suponia que Maggie estaria comprando y que volveria a casa cuando el llegara, pero al ver las ventanas oscuras se pregunto por que pensaba que la hallaria en casa el viernes por la noche despues de Accion de Gracias.
El pasillo del segundo piso era acogedor pero la luz era borrosa. Baedecker miro el numero de apartamento en el sobre, aspiro profundamente y golpeo. No hubo respuesta. Golpeo de nuevo y espero. Un minuto despues camino hacia el final del pasillo y miro por una ventana alta. A traves de la abertura de un callejon vio que nevaba pesadamente frente a un letrero de neon, encima de una tienda oscura.
– Oiga, ?era usted quien golpeaba? -Una chica de poco mas de veinte anos y un joven de gafas asomaron de un apartamento, a dos puertas del de Maggie.
– Si -dijo Baedecker-. Busco a Maggie Brown.
– Se ha ido -dijo la mujer. Se volvio hacia el interior del apartamento y grito-: Oye, Tara, ?Maggie no se fue a las Bermudas con el tal Bruce? -Hubo una respuesta ahogada-. Se fue -repitio la chica cuando Baedecker se