Su madre la toco levemente en el codo. La joven desperto de su ensueno y deposito las flores al pie de la columna. Amalia recordo que pronto se cumpliria otro aniversario de la muerte de Rita. Nunca olvidaria la fecha porque, en medio del velorio mas concurrido en Cuba -?o habia sido el de Chibas?-, se tropezo con Delfina.

– Este 17 de abril no sera el unico desgraciado de nuestra historia -le aseguro la vidente-. Habra otro peor.

– No lo creo -sollozo Amalia, que no podia imaginar nada mas terrible que esa tragedia.

– Dentro de tres anos, en esta misma fecha, habra una invasion.

– ?Una guerra?

– Una invasion -insistio la mujer-. Y si logramos detenerla, sera la mayor desgracia de nuestra historia.

– Querras decir «si no logramos detenerla».

– Dije lo que dije.

Amalia suspiro. ?Donde estaria ahora la dulce Delfina? Penso en el maestro Lecuona, muerto en las islas Canarias; en la gorda Freddy, enterrada en Puerto Rico; en tantos emblemas musicales de su isla que se habian refugiado en tierras ajenas tras la derrota de aquella invasion… Al final se habia quedado sola con su hija, mientras Pablo cumplia una prision de veinte anos.

La ultima criatura que llevara en su vientre habia muerto de una patada. Hubiera sido su tercer hijo, de no haber sido por las inclemencias de una historia manipulada por los hombres. La vida era como un juego de azar donde no todos lograban nacer y donde otros morian antes de tiempo. Nada de lo que uno hiciera aseguraba un mejor o peor final.

Resultaba demasiado injusto. Aunque quizas no fuera una cuestion de justicia, como siempre habia creido, sino de otras reglas que necesitaba aprender. Tal vez la vida era solo un aprendizaje. Pero ?para que, si despues de la muerte solo habia una recompensa o un castigo? ?O seria verdad lo que decia Delfina, que existian mas vidas despues de la muerte? Ojala que no fuera cierto. Ella no queria regresar, si eso significaba comenzar otra charada que se regia por leyes tan ilogicas. Hubiera dado cualquier cosa por preguntar a Dios por que habia decretado aquella suerte para su Pablo, un hombre tan amoroso, tan honesto…

– Mami -susurro la muchacha, senalando al policia que las observaba a cierta distancia.

Debian irse. No estaban haciendo nada prohibido, pero uno nunca sabia.

Isabel leyo de nuevo la frase grabada en el marmol negro; una frase para ser mostrada a los hijos que algun dia tendria, cuando ella les contara las hazanas de su tatarabuelo Yuang, la tenacidad de sus abuelos Siu Mend y Kui-fa, y la rebeldia de su padre Pag Li. El recuerdo de su padre le lleno los ojos de lagrimas. Furiosa ante su propia debilidad, arrojo una mirada de desprecio al policia que seguia observandolas y que no pudo entender su gesto. Despues echo a andar junto a su madre con la cabeza mas alta que nunca, repitiendo como un mantra, con la intencion de grabarla en sus genes, la frase del monumento que su futuro hijo jamas deberia olvidar: «No hubo un chino cubano desertor; no hubo un chino cubano traidor».

Derrotado corazon

Cecilia se sentia como si la hubieran lanzado al fondo de un abismo. Le parecio que la tragedia de Amalia tambien formaba parte de su vida. Mientras vivio en Cuba, su futuro habia sido como el horizonte que la rodeaba: un mar monotono y sin posibilidades de cambio. Su refugio eran los amigos, su familia y las familias de sus amigos. Siempre aparecia una mano que le brindaba ayuda o consuelo, aunque esa mano fuera la de otro naufrago como ella. Ahora tenia el universo a su alcance. Por primera vez era libre, pero estaba sola. Su familia se hallaba casi extinta; sus amigos, muertos o dispersos por el mundo. Varios se habian suicidado bajo el peso de una vida demasiado compleja; otros se ahogaron en el estrecho de la Florida cuando intentaban huir en balsa; muchos se refugiaban en lugares insolitos: Australia, Suecia, Egipto, islas Canarias, Hungria, Japon, o en cualquier rincon del planeta donde hubiera un trozo de tierra donde posarse. Porque era un mito que los cubanos hubieran emigrado en masa a Estados Unidos; ella podia mencionar decenas de amigos suyos que vivian en paises casi miticos, tan lejanos e inalcanzables como la misteriosa Thule. Las amistades que cultivara con tanto amor a lo largo de su vida se habian perdido en brumas imprevistas. Algunas confusiones que le provocaran un par de enemistades quedarian sin aclarar; los malentendidos seguirian siendo malentendidos por los siglos de los siglos, y las explicaciones permanecerian en la dimension de lo que pudo suceder y jamas ocurrio… Y mejor no pensar en su pais, ese paisaje enfermo y roto, esa geografia arruinada que apenas tenia posibilidades de recuperacion. Nada conocido habia escapado a la fatalidad. Recordaba cada fragmento de su propia historia, y su corazon se ahogaba de dolor. No existia ninguna escena donde todos hubieran vivido felices para siempre. Por eso terminaba recalando en aquel bar para escuchar las historias de Amalia con la esperanza de que, pese a todo, algo bueno ocurriria al final.

Ese jueves se habia ido a la cama muy temprano, pero no pudo dormir. A las dos de la manana, presa de un irremediable insomnio, decidio vestirse y salir. Mientras conducia, trato de ver el brillo de las estrellas a traves del cristal del parabrisas. La negrura del cielo le hizo recordar aquel refran: «Nunca es mas oscura la noche que cuando empieza a amanecer». Y le parecio que si la frase era cierta, como toda traza de sabiduria popular, muy pronto su vida se teniria de luz.

Entro al bar empujando la puerta y busco entre las mesas. Era tan tarde que no creyo que pudiera encontrar a su amiga, pero aun estaba alli, mirando con expresion sonadora las fotos que se sucedian en dos pantallas que colgaban a ambos lados de la pista.

– Hola -saludo Cecilia.

– Mi hija y mi nieto llegan dentro de dos semanas -anuncio la mujer sin ambages-. Espero que vengas a conocerlos.

– Me encantaria -respondio Cecilia, sentandose frente a ella-. ?Donde los veria?

– Aqui, por supuesto.

– Pero los ninos no pueden entrar a estos sitios. Amalia mordio un trozo de hielo, que crujio como una cascara seca.

– Mi nieto ya no es tan pequeno.

Dos o tres parejas se movian lentamente en la pista. Cecilia pidio un Cuba Libre.

– ?Y el esposo de su hija?

– Isabel se divorcio. Solo viajaran ella y el nino.

– ?Como lograron venir?

– Se ganaron la loteria de visas.

Eso era tener suerte. Conseguir una visa en aquella montana de medio millon de solicitudes anuales era casi un milagro. ?Cuando terminaria aquella fuga? Su pais siempre habia sido una tierra de inmigrantes. Personas de todas las latitudes buscaban refugio en la isla desde los tiempos de Colon. Nadie quiso huir nunca de ella… hasta ahora.

Cecilia noto que la mujer la observaba con fijeza.

– ?Que te pasa?

– Nada.

– Hija, no me mientas. Cecilia suspiro.

– Estoy harta de que mi pais nunca haya podido ser un pais, con todas las oportunidades que tuvo. Ahora no me importa si revienta. Solo quiero vivir tranquila y saber si puedo planificar lo que me queda de existencia.

– Es tu rabia quien habla, no tu corazon. Y la rabia es senal de que si te interesa lo que pasa alli.

La camarera trajo el Cuba Libre.

– Bueno, puede ser -admitio Cecilia-, pero daria cualquier cosa por conocer el futuro para no seguir machacandome las entranas. Si supiera de una vez que nos espera, sabria a que atenerme y ya no me angustiaria tanto.

– El futuro no es uno solo. Si ahora mismo pudieras ver el destino de un pais o de una persona, eso no significa que dentro de un mes verias lo mismo.

– ?Como dice?

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