– El futuro que vieras hoy solo seria realidad si nadie tomara decisiones repentinas o iniciara acciones impensadas. Incluso un accidente puede cambiar la prediccion original. Al cabo de un mes, la suma de todos esos sucesos convertiria el futuro en otra cosa.
– Bueno, ?que mas da? -murmuro Cecilia-. De todos modos nadie puede ver lo que vendra.
Los camareros limpiaban las mesas que se iban vaciando. Dos parejas mas pidieron la cuenta.
– ?Te gustaria jugar a la charada?
– Nunca juego a la loteria. Tengo mala suerte.
– Me refiero a un oraculo para conocer el futuro.
Cecilia se inclino sobre la mesa.
– Usted acaba de decir que ninguna prediccion es segura. ?Y ahora quiere oficiar de pitonisa?
Amalia tenia una risa cristalina y suave que se extendio por el bar casi desierto. Era una pena que no riera mas a menudo.
– Digamos que, en la situacion en que me encuentro, conozco cosas que otros no saben… Pero no nos compliquemos. Vamos a tomar esta charada como una especie de juego.
Sobre la mesa cayeron seis dados. Dos de ellos eran iguales a esos comunes de seis caras, otro par mostraba ocho, y el tercero tenia tantas que era imposible contarlas.
– El destino es un juego de azar -continuo Amalia-. Cierto sabio dijo que Dios no jugaba a los dados con el universo, pero se equivoco. A veces ensaya hasta la ruleta rusa.
– ?Que debo hacer?
– Lanzalos.
La mujer miro los numeros antes de tomar los dados.
– Vuelve a lanzar -le dijo, entregandole los diminutos cubos.
Despues de ver los resultados una vez mas, recogio los dados y los mezclo de nuevo.
– Otra vez.
Cecilia repitio la operacion algo impaciente, pero Amalia no se dio por enterada y le hizo repetir el gesto tres veces mas. Al final volvio a guardar los dados en su cartera.
– Busca lo que significan los numeros 40, 62 y 76 de la charada cubana. Su combinacion te mostrara quien eres y que debes esperar de ti. Despues busca el 24, el 68 y el 96 de la charada china. Representan el futuro que nos obsesiona a todos.
Cecilia guardo silencio unos segundos, indecisa sobre la seriedad del juego.
– He oido decir que los numeros de la charada tienen mas de un significado -dijo por fin.
– Busca solo el primero.
– ?Como voy a interpretar un mensaje de solo tres palabras?
– Palabras, no: conceptos -aclaro Amalia-. Recuerda que los sistemas de adivinacion son mas intuitivos que racionales. Busca sinonimos, asociaciones de ideas…
Las escasas luces del local comenzaron a parpadear.
– No sabia que fuera tan tarde -dijo Amalia poniendose de pie-. Antes que lo olvide, quiero agradecerte que me hayas acompanado todas estas noches en que me sentia tan sola.
– No tiene que agradecerme nada.
– Y tambien tu interes en mi historia. Si eres parte de lo que dejamos, me ire tranquila. Creo que a Cuba le espera algo mejor.
La mujer se paso la mano por la frente, como si quisiera apartar un cansancio muy antiguo. Cecilia la acompano hasta la puerta.
– ?Y Pablo? -se atrevio a decir por fin-. ?Ya salio de la carcel? ?Cuando se reunira con el?
– Pronto, mi nina, muy pronto.
Y Cecilia descubrio en su mirada las huellas de un corazon mas triste que el suyo.
Veinte anos
Era un edificio gris y feo, rodeado por una muralla que parecia destinada a contener los suenos. Por encima del muro sobresalian los postes que alumbraban como luces de un estadio deportivo. Amalia intentaba calcular cuanto consumirian esos reflectores, mientras las ciudades y los pueblos cercanos padecian extensos apagones.
Alguien la empujo levemente. Salio de su ensueno y avanzo unos pasos mas en la fila de personas que aguardaban. Habia llegado el momento que esperara durante tantos anos. Veinte, para ser mas exactos. Nada de indultos por buena conducta, ni revision del caso, ni apelaciones a un alto tribunal. Nada de eso existia ahora.
Durante todos esos anos vio a Pablo cada vez que se lo permitieron. Las visitas dependian del humor de sus carceleros. En algunos momentos le habian dejado verlo mes tras mes; otras veces se habia quedado aguardando bajo el sol, la lluvia o la frialdad del amanecer sin que nadie se compadeciera de ella. En varias ocasiones lo mantuvieron aislado durante seis, siete y hasta ocho meses. ?Por que razon? Ninguna que ella supiera. ?Estaba vivo? ?Enfermo? Ninguna respuesta. Parecia un pais de sordos. O de mudos. Una pesadilla.
Pero hoy si, hoy si, se repetia. Y queria bailar de gozo, cantar, reirse… Pero no, mejor se quedaba tranquila y ponia cara de arrepentimiento, no fuera a ser que los castigaran de nuevo; mejor bajaba la mirada y adoptaba esa expresion humilde que estaba lejos de sentir. No soportaba otra noche sin abrazarlo, sin escuchar aquella voz que espantaba sus miedos… Cuando escucho su nombre por los altavoces, se dio cuenta de que en algun momento habia mostrado su identificacion y ni siquiera se habia enterado. Trato de mantenerse serena. No queria temblar, no queria que los guardias se dieran cuenta. Podia ser sospechoso, cualquier cosa podia ser sospechosa. Pero sus nervios…
Clavo la mirada en la puerta de metal hasta que identifico a la fragil figura que permanecia en medio del pasillo, mirando alrededor sin lograr verla, hasta que finalmente la reconocio. Y ocurrieron dos cosas extranas. Cuando intento abrazarlo, el la aparto con rudeza mientras avanzaba a pasos largos con una expresion tensa y desconocida en el rostro.
– Pablo, Pablo… -susurro ella.
Pero el hombre siguio caminando, aferrado al bulto de ropas que sacara de la prision. ?Que habia pasado? Por fin las puertas se cerraron tras ellos, dejandolos a solas en la carretera llena de polvo. Y alli ocurrio la segunda cosa extrana. Pablo se volvio hacia su mujer y, sin ningun aviso, comenzo a besarla, a abrazarla, a oleria, a acariciarla, hasta que ella comprendio por que apenas la habia mirado antes. No queria que los guardias vieran lo que ella veia ahora. Pablo estaba llorando. Y sus lagrimas caian sobre los cabellos de la mujer, revelando una pasion que ella creyera perdida. Pablo sollozaba como un nino, y Amalia supo que ni siquiera el llanto de su hija le habia dolido tanto como el de aquel hombre que ahora parecia un dios vencido. Y deseo -en un instante de delirio- renunciar a la bienaventuranza de la muerte para convertirse en un espiritu que pudiera velar por las almas de quienes sufren. Confusamente creyo escuchar un sonido delicado, como el de una flauta oculta en la maleza, pero enseguida dejo de prestarle atencion.
Pablo y ella se besaron, y ninguno reparo en el cuerpo macilento del otro, ni en la piel desgastada, ni en las ropas casi harapientas; y tampoco vieron la luz que irradiaba de ellos y ascendia rumbo a algun reino invisible y cercano donde se cumplian todas las promesas; una luz como aquella que brotara de sus cuerpos cierta tarde, cuando se amaron por primera vez en el valle encantado de los mogotes.
Ahora parecia vivir en otro mundo. Amalia contemplaba su figura encorvada, y apenas se atrevia a imaginar cuanto sufrimiento se habria asentado en el. Nunca se atrevio a preguntarle sobre su vida en la carcel; ya era bastante terrible comprobar los estragos que habia dejado en su espiritu, pero la expresion de su rostro reflejaba una soledad sin fin.
Tampoco vivian ya en aquel luminoso apartamento de El Vedado. El gobierno lo habia decomisado con el pretexto de que lo necesitaba para un diplomatico extranjero.
Todavia le quedaban a Pablo doce anos de carcel cuando ella se mudo a una de las tres viviendas que le