– Tia, ?conoces los numeros de la charada?

La mujer se le quedo mirando con una expresion algo nublada, como si tratara de recordar.

– Hacia anos que no oia hablar de eso a nadie, aunque a veces la uso para jugar a la loteria. Y creeme que funciona; me he ganado mis billeticos.

– ?Y juegas con la charada china o la cubana?

– ?Por que te interesan esas cosas? Nadie de tu edad sabe lo que es la charada. ?Quien te hablo de ella?

– Una senora -respondio con vaguedad-. Me dio varios numeros para que los jugara, pero me gustaria saber que significan.

– ?Cuales numeros?

Cecilia saco un papelito de su cartera.

– El 24, el 68 y el 96 de la charada china. El 40, el 62 y el 76 de la cubana.

La anciana estudio a la joven, sopesando si debia poner al descubierto su mentira. La loteria de la Florida no tenia cifras tan altas como el 68 o el 96. Asi es que nadie en su sano juicio le pediria jugarlas. Estaba segura de que existia otra razon para el interes de la muchacha por esos numeros, pero decidio seguirle la corriente.

– Creo que tengo una lista en algun sitio -dijo levantandose para ir a su dormitorio.

Cecilia se quedo en la sala, revisando sus notas. Siempre creyo que los oraculos eran enigmas elaborados y misteriosos, revelaciones capaces de provocar el extasis; no un pasatiempo detectivesco. ?Deberia seguir aquel juego?

– Lo encontre -dijo su tia, saliendo del cuarto y colocando sobre la repisa un papel arrugado-. Veamos… 24: paloma… 68: cementerio grande… 96: desafio.

Cecilia apunto las palabras.

– Ahora solo faltan las cifras de la charada cubana -le recordo.

– Esa nunca la use -admitio Lolo-. La china era la mas famosa.

– ?Donde podre encontrarla?

La mujer se encogio de hombros.

– A lo mejor… -comenzo a decir, pero quedo en suspenso contemplando el vacio-. ?En cual cajon?

Los cabellos de Cecilia se erizaron cuando comprendio que su tia hablaba con la lampara.

– ?En el closet? -pregunto la anciana-. Pero yo no recuerdo…

Aunque supo que no veria a nadie, la joven se volvio en busca del invisible interlocutor.

– Bueno, si tu lo dices…

Sin dar ninguna explicacion, Lolo se levanto del sofa y fue a su cuarto. Despues de algunos ruidos indefinidos, salio de la habitacion con una cajita entre las manos.

– Vamos a ver si es cierto -comento la mujer, mientras revolvia el contenido lleno de papeles-. Pues si, Demetrio tenia razon. Parece que no anda tan desmemoriado como cree.

Se referia a un recorte de periodico que saco de la cajita. Estaba tan quebradizo que una de sus esquinas se desprendio al tratar de alisarlo. Era una copia de la charada cubana.

– ?Me la prestas? -pregunto Cecilia.

La anciana levanto el rostro y de nuevo su mirada se perdio en otras latitudes.

– Demetrio quiere que te quedes con ella. Dice que si una joven como tu se interesa por esas reliquias, hemos ganado la batalla. Y dice…

Cecilia doblo con cuidado el papel para que no se siguiera rompiendo.

– …que le hubiera gustado conocerte mejor -suspiro la anciana.

La muchacha alzo la vista.

– ?A mi? ?Por que?

– Solo pudo verte una vez, el primer dia que viniste a verme.

– Ya me lo dijiste, pero no me acuerdo.

La anciana suspiro.

– ?Y pensar que fuiste tan importante para el!

– ?Yo?

– Voy a contarte un secreto -le dijo Lolo, sentandose en una mecedora-. Despues que murio mi esposo, que en paz descanse, Demetrio se convirtio en mi mayor apoyo. Nos conociamos desde que eramos jovenes. Siempre estuvo enamorado de mi, pero nunca me lo dijo. Por eso vino para aca, apenas sali de Cuba. Tu fuiste la unica nieta de Delfina, y ella no cesaba de enviarnos tus fotos y contarnos de ti. Tus padres estaban planeando venir para aca cuando naciste, aunque al final tu madre nunca se decidio. En realidad, le tenia miedo a los cambios. Delfina murio, pero siguio dandonos noticias tuyas. Demetrio sabia que yo hablaba con mi hermana muerta y lo encontraba muy natural. Asi seguimos al tanto de tu vida, especialmente despues que murieron tus padres. Yo estaba muy preocupada, sabiendote tan sola. Fue entonces cuando Demetrio me confeso su amor y me dijo que, si tu venias, entre los dos podriamos cuidarte como la hija que nunca tendriamos. No sabes como se obsesiono con la idea. Le hacia mucha ilusion conocerte, ir a tu boda, criar a sus nietos… Porque hablaba de tus hijos como si fueran sus propios nietos. ?Pobre Demetrio! ?Hubiera sido tan buen padre!

A medida que Lolo hablaba, Cecilia sentia que sus rodillas se volvian de piedra. Aquella era la conexion que faltaba. Demetrio habia deseado protegerla. Para el hubiera sido la hija providencial y su vinculo con Lolo, la novia de sus suenos, a la que seguia visitando despues de muerto. Por eso tambien viajaba en la casa junto a sus padres: para protegerla, para cuidarla…

– Tengo que irme, tia -musito.

– Llamame cuando quieras -le rogo la anciana, sorprendida por su abrupta retirada.

Desde su ventana la vio meterse en el auto y ponerlo en marcha. ?Que modales tan raros tenian los jovenes! ?Y para que necesitaba el significado de esos numeros? Recordo que en su juventud estuvo de moda jugar a las adivinanzas con la charada. Si la muchacha hubiera sido de otra epoca, habria jurado que andaba enfrascada en algun acertijo. Puso el pestillo y se volvio. Alli estaban Delfina y Demetrio, como cada tarde, meciendose levemente en sus sillones.

– Debiste decirle… -mascullo Delfina.

– Todo a su tiempo -dijo Lolo.

– Es cierto -suspiro Demetrio-. Ya se dara cuenta por si misma. Lo importante es que estamos aqui para ella.

Y asi conversaron un rato mas hasta que el crepusculo lleno la casa.

Una hora despues, la noche habia caido sobre la ciudad. Lolo se despidio de sus huespedes, que ahora acudian a tareas mas propias de su actual estado.

El reloj dio las nueve. Cuando la anciana se dirigia a la cocina noto que, desde hacia rato, el apartamento se hallaba sumido en un inquietante silencio. La cotorra parecia dormir en su jaula. ?Tan temprano? Se dirigio al comedor y metio un dedo entre los barrotes, pero el animalito no se movio. Tuvo un presentimiento y abrio la puerta de la jaula para tocar su plumaje. La carne rigida y aun tibia se iba enfriando rapidamente. Dio un rodeo a la jaula para mirar desde otro angulo. Fidelina habia muerto con los ojos abiertos.

Sintio lastima de la pobre cotorra y estuvo a punto de rezar una oracion por su alma… Pero ?que demonios! Esa desgraciada le habia desquiciado la vida a ella, a sus vecinos y a media humanidad. Por lo menos ya no volveria a gritar aquellas consignas que enloquecian a cualquiera. De rezos, nada. Mejor se ocupaba de hacerla desaparecer; algo que -penso con arrepentimiento- debio haber hecho tiempo atras, cuando la bestia aun estaba con vida. ?Por que no lo intento antes? Designios del cielo, algun karma ineludible. ?Quien sabe? Pero ya no. Se habia librado de esa miserable parca y juro que nunca mas dejaria que algo asi volviera a aparecer en su vida.

– Descansa en el infierno, Fidelina -dijo, y arrojo un trapo sobre el cadaver de la cotorra.

Mientras regresaba a su apartamento con la respuesta del enigma, Cecilia iba recordando su adolescencia. En aquellos tiempos felices, su mayor aventura era explorar las casas clausuradas por el gobierno, como esa mansion de Miramar, a la que llamaban El Castillito, donde ella y sus amigos se reunian a contar historias de fantasmas en la noche de Halloween. Aunque tal fiesta no se celebraba en la isla, todos los anos subian a la azotea de la casa embrujada para invocar los espectros de una Habana loca y lujuriosa que, sin embargo, parecia libre de pecados.

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