almacenes Glucksbringer. Se quito la camiseta sin mangas, despues los calzoncillos, y volvio a sentarse en la cama para desabrocharse el extrano artilugio que le servia de pie. Ya no le quedaba nada mas que quitarse. Estaba fascinado y horrorizado al mismo tiempo ante el acto de despojamiento que acababa de presenciar; era como si se me hubiese permitido contemplar al tullido, calvo y adiposo gnomo oculto tras su descaradamente falsa apariencia cotidiana, escondido en el interior del torpe golem al que me habia acostumbrado a llamar papa.

Iba pensando en todo esto mientras acompanaba a la senorita Sloviak a su casa en Bloomfield, circulando en direccion este por el bulevar Baum, y se transformaba en hombre. Saco un tarro de crema y un frasco de acetona de unas de un bolsillo con cremallera de la pequena maleta que habia colocado entre los dos asientos y los dejo en la guantera, que previamente habia abierto. Se desmaquillo con una sucesion de bolas de algodon y se quito el esmalte rosa palido de las unas. Metio las manos bajo el vestido y se quito las medias, que dejaron al descubierto sus depiladas piernas. Saco unos tejanos de la maleta, los desdoblo y, no sin cierta dificultad, se los puso bajo la falda de su vestido negro, que acto seguido se quito por la cabeza. Quedo a la vista un sujetador de licra negra, acolchado, con una cinta perlada entre ambas cazoletas y un ingenioso par de pequenas protuberancias para simular unos erectos pezones muy femeninos. Debajo, el pecho era pequeno, pero musculado, y lampino. Se puso un jersey a rayas, calcetines blancos con unos caballitos y un par de deportivas blancas. Guardo primero la crema y la acetona y despues el vestido negro, los zapatos de tacon y la ligera marana en que se habian convertido las medias. Senti tener que prestar atencion a la carretera, porque su numerito resultaba impresionante. Habia reflotado su yo masculino con la precision y rapidez con que los asesinos profesionales de las peliculas montan las piezas de su rifle.

– Me llamo Tony -dijo el ex senorita Sloviak cuando giramos por la avenida Liberty-. Al llegar a casa me quito el disfraz.

– Encantado -dije.

– No pareces sorprendido.

– Ultimamente mi capacidad de sorpresa es lenta de reflejos -le explique.

– ?Ya sabias que era un travesti?

Medite un rato la respuesta adecuada. Pense que debia decirle para no ofenderlo, despues de las multiples decepciones que habia causado ultimamente a tantas personas.

– No -dije finalmente-. Te habia tomado por una hermosa mujer, Tony.

Sonrio y dijo:

– Ya estamos llegando, es la proxima, la calle Mathilda. Gira a la izquierda. Y vuelve a girar en la calle Juniper.

Nos detuvimos frente a una pequena casa de ladrillo visto de dos plantas, semiadosada. Habia una luz encendida en la buhardilla y una estatua de la Virgen en el jardin, protegida por una especie de caparazon blanco en cuyo interior estaban pintadas todas las estrellas de la boveda celeste.

– Me gustaria tener una igual en mi jardin -dije-. Lo unico que tenemos es una trampa para escarabajos japonesa.

– Lo que la cubre es una banera -me explico Tony-. La mitad que no se ve esta enterrada en el suelo.

– Es fantastico -dije. En la buhardilla una sombra descorrio la cortina y se aplasto contra el cristal-. Bueno…

– Bueno…

– Pues aqui te dejo, Tony.

– De acuerdo, Grady. -Me tendio la mano y nos las estrechamos-. Adios. Gracias por acompanarme.

– No hay de que -respondi-. Eh…, uh… Tony, lo siento si…, si las cosas no… han ido del todo bien esta noche.

– No importa -dijo-. Para empezar no debi hacerme ilusiones. Tu amigo Crabtree, simplemente, busca…, no se, la novedad, o algo asi. Parece que le gusta coleccionar… digamos bichos raros. ?Me permites? -Giro el espejo retrovisor hacia si para asegurarse de que no tenia restos de maquillaje en la cara, de que no quedaba rastro de la senorita Sloviak. Al igual que muchos travestis, resultaba bastante mas agraciado como mujer; como hombre tenia la nariz muy pronunciada y los ojos demasiado juntos. Durante unos instantes contemplo con perplejidad la falta de atractivo de su rostro; despues se paso los dedos por el cortisimo cabello. No tendria mas de veintiun anos-. Me suelo meter muy a menudo en este tipo de malos rollos.

– Esta escribiendo su nombre en el agua -dije.

– ?Perdon?

Era una expresion semipesarosa -tomada del epitafio de John Keats- que Crabtree utilizaba para expresar su propia incapacidad, que compartia con muchisima gente, para plasmar sobre el papel el talento literario que poseia. Segun el, algunos se limitaban a contar mentiras, y otros urdian tramas a partir de los problemas y lios de sus vidas. Ese habia sido siempre el genero elegido por Crabtree: meterse en algun lio atractivo intelectualmente y tratar despues de resolverlo sin dejar huella alguna ni nada que mostrase sus esfuerzos, sino tan solo una reputacion de temerario y un pequeno informe en los archivos de los departamentos de policia de Berkeley y Nueva York.

– Es lo que siempre ha hecho, ?sabes? -le dije-. Pero ahora… -Agarre el volante y lo hice girar de un lado a otro-. Me parece que se ha desmadrado mas de lo habitual en el.

– ?Porque su carrera esta arruinada, quieres decir?

– ?Dios mio! -exclame. Asi el volante con fuerza, como si estuviesemos a punto de derrapar en una carretera helada, y pise el freno, aunque seguiamos parados-. ?Eso te ha dicho?

– Me ha dicho que no ha tenido ni un solo exito en los diez ultimos anos y que en Nueva York todo el mundo opina que es un fracasado -me explico Tony. Volvio a girar el retrovisor hacia mi, y mientras lo movia vislumbre el reflejo de mi rostro hinchado y falto de sueno-. Despues de eso era dificil no sentir lastima por el.

– Pero se ha portado bien contigo, ?no?

– Ha hecho lo que ha podido. -Tony puso una mano sobre la manga de mi chaqueta. Las unas, ya limpias de esmalte, seguian resultando extravagantes y desagradables-. Estoy seguro de que tu libro es tan bueno que no perdera su trabajo.

Guarde silencio.

– ?No es asi?

– Por supuesto -dije-. Es una joya.

– Seguro que si -anadio-. Tengo que irme, ?vale? -Asenti-. ?Estas bien?

Se oyo una puerta abriendose y cerrandose, y nos volvimos hacia la casa. Alguien habia encendido la luz del porche, que brillaba con una aureola amarillenta bajo la lluvia, y vi a un hombre bajito y canoso que nos miraba desde el ultimo escalon con una mano en la frente para que el resplandor no lo deslumbrase.

– Es mi padre -dijo Tony-. ?Hola!

Un bicho salio disparado escaleras abajo, paso junto a la estatua de la Virgen y unos instantes despues oimos un ruido de patas aranando la puerta del pasajero y por la ventanilla asomo una blanca y amplia sonrisa.

– ?Sombra! -Tony Sloviak abrio la portezuela y dejo entrar a un orondo caniche, negro como el carbon, que parecia encantado de ver de nuevo a su amo-. ?Hola, chiquilla! -La perra se alzo para colocar primero sus patas delanteras y despues las traseras sobre el regazo de Tony, y acto seguido procedio a lametearle parsimoniosamente la cara con su rosada lengua. Tony movia la cabeza de un lado a otro, riendo y tratando de quitarse al animalito de encima-. Es mi perra -aclaro.

– Ya lo he supuesto.

– Oh, vaya -dijo-. ?Quien es mi chica? Si, tu. ?Quien es…? ?Eh, Sombra!

La perra salto de su regazo y salio del coche. De pronto giro hacia la derecha y un instante despues oimos su susurrante lamento canino desde la parte trasera del coche.

– Ha dado con Doctor Dee -suspire.

– ?Grady! -exclamo Tony llevandose la mano a la boca-. ?El resto de mi equipaje! ?Vamos a tener que abrir el maletero!

– De acuerdo -dije, y pare el motor-. Manten a tu perra alejada.

Bajamos del coche y fuimos hasta la parte trasera, vigilados por las atentas miradas de Sombra y del delgado anciano del porche. Abri el maletero.

– ?Quieta, Sombra! -ordeno Tony, que agarro a la perra por el cuello con una mano a modo de collarin para impedirle llevar a cabo la que parecia ser su intencion: saltar al maletero y darle el ultimo adios a Doctor Dee-. Eh,

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