sonidos y los espacios vacios llenos de ecos de la musica serial que tanto entusiasmaba a Irv. En su juventud, antes de decidirse por la ingenieria metalurgica, Irv estudio composicion en el Carnegie Tech con un musico emigrado, discipulo de Schonberg, y escribio algunas piezas inaguantables con titulos como «Moleculas I-XXIV», «Concierto para botella de Klein» [17] y «Reductio ad infinitum».
A mitad de camino hacia la cabana, me detuve y contemple el lago, azul y jaspeado como el capo de un Buick y con una forma que recordaba vagamente un calcetin. Y en el talon del calcetin habia un pequeno cobertizo para guardar barcas y un embarcadero en miniatura, en el que estaban Deborah Warshaw y Emily en sendas
– ?Grady!
Emily se volvio y me miro. Al cabo de unos instantes, levanto la mano y nos saludo sin mucho entusiasmo. Llevaba unas gafas de sol con forma de bucle y era imposible descifrar su expresion a aquella distancia. Supuse que
– Es mi mujer -dije.
– ?Cual de las dos?
– La que esta a punto de sufrir un paro cardiaco. La del traje de bano azul.
– Nos esta saludando -observo James-. Es una buena senal, ?no?
– Supongo que si -admiti-. Apuesto a que esta alucinando.
– ?Y que es lo que lleva la otra?
Mire con atencion. Sobre el pecho de Deborah se vislumbraban dos palidos ovalos, como las cazoletas de un bikini, decorados con sendos rosetones mas oscuros en el centro.
– Lleva los pechos al aire -dije.
Junto a su silla, en el embarcadero, habia una botella baja, ancha y angulosa, con un liquido oscuro, y una pila de lo que parecian revistas, pero que debian de ser comics. Doborah no tenia un buen nivel de lectura en ingles y raramente leia otra cosa. No me parecio que fuese un dia tan caluroso como para tomar el sol en topless, pero era propio de Deborah decidir que la mejor manera de prepararse para el
– ?Hola, Grady!
Trazo un lento circulo en el aire con una mano. Queria que nos acercasemos a saludarlas. Emily seguia sentada, inmovil, con un cigarrillo en la mano, mientras el viento mecia su lacio cabello negro. Me di cuenta de que todavia no me sentia preparado para encontrarme cara a cara con ella. Asi que le respondi con un alegre saludo con la mano y un simpatico meneo de cabeza, me volvi y conduje a James hasta la cabana. Llame a la puerta.
– ?Quien es? -pregunto Irv.
Cuando estaba alli dentro y alguien llamaba nunca decia directamente «Adelante».
– Soy Grady -respondi.
Se oyo rechinar una silla contra el suelo de madera y un «?ay!» proferido en voz baja mientras Irv trataba de ponerse en pie.
– No te levantes -dije mientras empujaba la puerta y pasaba de la intensa luz exterior a la penumbra y el inagotable frescor de aquella cabana en la que antiguamente se guardaban los alimentos durante el verano. El manantial que brotaba en su interior se habia secado en los anos veinte, pero, a pesar de todos los cambios que habia introducido Irv a lo largo del tiempo, dentro se seguia sintiendo el fresco que procuraba el agua del pozo artesiano y reinaba un aire de perpetuo crepusculo, como si estuvieses en una caverna y la arida musica que entusiasmaba a Irv fuese el sonido del agua goteando desde las altas estalactitas en el insondable y oscuro pozo.
– Adelante, adelante -dijo Irv, que dejo el libro que estaba leyendo y gesticulo con sus brazos como aspas de helicoptero desde la recargada butaca. Mientras entrabamos, se agarro la rodilla en la que llevaba la protesis y logro levantarse. Me acerque a el, nos estrechamos las manos y le presente a James. No nos habiamos visto desde enero, y me sorprendio comprobar que durante ese tiempo el cabello se le habia vuelto completamente gris. Por lo visto, los sucesivos desastres matrimoniales de sus hijas le habian afectado mucho. Tenia los ojos enrojecidos y las ojeras delataban la falta de sueno. A pesar de que llevaba, como solia en las celebraciones familiares, pantalon de vestir, zapatos ingleses negros y corbata, la camisa tenia arrugas y manchas de sudor en las axilas, e iba muy mal afeitado, con numerosos pelos blancos en la barba y abundantes cortes.
– Tienes un aspecto magnifico -le dije.
– ?Que te ha pasado en el pie? -Bajo el volumen de estereo-. Cojeas.
Mire a James y dije:
– He tenido un accidente. -Como vi que la respuesta no satisfacia a Irv, anadi-: Me ha mordido un perro.
– ?Te ha mordido un perro?
– Tal como suena -respondi, y me encogi de hombros.
– Dejame echarle un vistazo -me pidio, y senalo mi tobillo-. Acercate a la luz.
– No tiene importancia, Irv, en serio. ?Que estabas leyendo?
– Nada. Ven aqui, dejame echarle un vistazo.
Me agarro por el codo e intento apartarme de su butaca y llevarme hasta una lampara de pie con la pantalla rota. Me libere de su mano y fui a mirar que estaba leyendo cuando entramos, porque me divertia tomarle el pelo por sus lecturas, que eran del tipo
– ?Has tenido que pedirlo prestado en la biblioteca? -le pregunte.
– No encontraba mi ejemplar. Ven.
Irv me condujo hasta la lampara. Bajo su dominio, la cabana estaba dividida, de manera invisible pero estricta, en tres zonas. En primer lugar, la sala de lectura, con sus dos butacas de orejas, un par de lamparas, una estufa electrica y una pared con estantes repletos de sus libros sobre metalurgia y teoria musical. En el centro estaba el laboratorio, con su tina y su par de obradores, uno lleno de cosas y el otro vacio, en los cuales realizaba sus trabajos mecanicos y quimicos, desde reparar un tostador hasta desarrollar una sustancia capaz de adherirse al revestimiento de teflon. Y, por ultimo, en el extremo opuesto habia un catre plegable del ejercito con una pila de mantas y una nevera llena de latas de cerveza Iron City Light, de las que cada tarde a las cinco se bebia una - ni una mas ni una menos- a modo de medicina. De hecho, habia montado un tinglado envidiable. Irv habia