– Ve -le dijo Irv-. Yo me ocupo de Grady.
James se encogio de hombros y me miro. Asenti. Dejo el libro y salio detras de Philly. Oimos sus pisadas a lo largo del sendero de tablas, alejandose en direccion a la casa.
– Espero que realmente sea capaz de escribir -dijo Irv.
– Lo es -le asegure-. Es un buen chico. ?Ay! Quiza va un poco a la deriva.
– Entonces ha venido al lugar adecuado -dijo Irv-. Estate quieto.
– Bueno, Irv.
– No se que te pasa. -Me rodeo el tobillo con una mano para aguantar el vendaje, mientras con la otra se llevo el rollo de esparadrapo a la boca. La presion de sus dedos era suficientemente fuerte para resultar dolorosa-. Tu y Emily. Si esto le sucediese a Deborah -dijo, con voz entrecortada-, vale, eso lo podria entender. Me entristeceria que sucediese…
– Irv, no se, es…
– Ha hablado con su madre. -Con rabia, corto el esparadrapo con los dientes y lo pego sobre el vendaje-. Parece que conmigo no quiere hablar.
– Es una situacion dificil para Emily -le dije-. Ya lo sabes.
– Si, lo se. Se lo guarda todo para si. -Coloco el ultimo trozo de esparadrapo sobre el vendaje y me dio una palmadita con tal delicadeza que se me llenaron los ojos de lagrimas. Levanto la vista y se las arreglo para sonreir un poco-. Creo que eso lo ha heredado de mi.
Despues bajo la cabeza y se quedo mirando las gasas y medicinas esparcidas por el suelo a su alrededor.
– Irv… -dije.
Le tendi la mano y le ayude a ponerse en pie.
– Se supone que las familias deben crecer -comento-. Esta, en cambio, no hace mas que reducirse.
Salimos de la cabana y contemplamos los ultimos y oblicuos rayos de sol de aquel atardecer de abril. Ya no habia nadie junto al lago, y nos quedamos alli unos instantes, mirando las
– No tengo intencion de marcharme -dije, solo para comprobar lo verosimil que era capaz de hacer que sonase esta afirmacion.
Irv sonrio amargamente y me dio una palmada en el hombro, como si mi interpretacion hubiese sido perfecta.
– Dame un respiro, Grady -dijo.
En la casa habia un unico lavabo, en el piso superior, al final del pasillo, en una amplia buhardilla de proporciones irregulares.
Era un bonito lavabo, con un friso acanalado, griferia de cobre y una enorme banera con cuatro patas, pero, dado el comportamiento impredecible de los intestinos de Irving y la notable tendencia de las mujeres de su familia a eternizarse en la banera, era un lugar muy solicitado y, por lo general, siempre estaba ocupado cuando mas necesidad tenias de visitarlo. Al regresar a la casa, subi por las escaleras para echar una meada y me encontre con que la pesada puerta de cuarterones estaba cerrada. Golpee suavemente con los nudillos tres veces, dando mi nombre en codigo Morse.
– ?Si?
Di un paso atras.
– ?Em? -dije-. ?Eres tu?
– No -respondio Emily.
Gire el pomo de la puerta. No estaba puesto el pestillo; todo lo que tenia que hacer era empujar ligeramente. Pero lo que hice fue soltar con sumo cuidado y sin hacer el mas minimo ruido el pomo y retirar la mano. Y me quede alli, contemplando la puerta cerrada.
– Yo…, uh…, necesito hacer pis, chica. -Trague saliva, consciente de la delicada situacion que provocaria la pregunta que iba a hacerle, ya que dejaria al descubierto las danadas entranas de nuestra confianza e intimidad-. ?Puedo…? ?Te importa que entre?
Se escucho un chapoteo y el leve eco en la porcelana.
– Estoy dandome un bano.
– De acuerdo -le dije a la puerta, contra la que apoye la frente. Escuche el ruido de una cerilla al encenderse y despues la lenta exhalacion de Emily, entremezclada con un suspiro de irritacion. Deje pasar treinta segundos y decidi bajar por las escaleras y salir al jardin.
Descendi por el camino de acceso a la casa, hacia la carretera de Kinship, levantando la vista hacia las ramas de los arboles para dar con un olmo marchito contra el cual mear sin ofender a la ley judia. El aire traia un aroma fresco y huidizo de corteza humeda, y, a pesar de la negativa de mi esposa a dejarme compartir su desnudez -me dolio en el alma pensar que posiblemente no volveria a verla desnuda-, me sentia feliz de estar fuera de la casa, solo, llevando en mis entranas el puno cerrado que era mi repleta vejiga. Llegue a un recodo del camino y vi a mi cunada Deborah. Caminaba alicaida unos quince metros por delante de mi, envuelta en un vaporoso vestido purpura cuya cola arrastraba por el suelo de gravilla como si fuera un pequeno tren. Llevaba un cigarrillo encendido y tarareaba para si, con voz de falsete, lo que parecia la parte lenta y gimoteada de «Whole Lotta Love». Sabia que lo prudente era dejarla sumida en sus inimaginables ensuenos, pero estaba alterado y confundido por la reaccion de Emily, y en el pasado, en algunas ocasiones, los consejos de mi cunada, si bien nunca me habian resultado utiles, si me habian proporcionado cierto bienvenido aturdimiento, como los avisos de un pajaro oracular. Oyo el sonido de mis pisadas en la gravilla y se volvio.
– ?Que sorpresa! -exclame, a modo de saludo.
– ?Hola, Doc! -dijo ella.
– ?Vaya vestido!
La tela llevaba entretejidos pequenos espejitos plateados y el dibujo parecia disenado inspirandose en el efecto psicodelico, como de cachemira de neon, que visualizas despues de cerrar los ojos y presionartelos con fuerza con los nudillos. Era la clase de modelo que se suele ver colgando en el armario de las mujeres que solo tienen un vestido.
– ?Te gusta? Es de la India, o por ahi -me comento Deborah, y aplasto sus labios fruncidos contra mi mejilla, su version de un beso, y me dio un doloroso apreton de manos-. ?Te ocurre algo?
– Em…, no me ha dejado entrar en el lavabo a echar una meadita. Estaba dentro, tomando un bano.
– Esta hasta el mono de ti, Doc -me explico-. Le han llegado rumores de que te lo montas con otra. -Doc era el apodo que Deborah me habia puesto. Anos atras, al principio, me llamaba Gravy, y despues Gravy Boat, que se metamorfoseo, de un modo que supongo que mi fisico hizo inevitable, en Das Boot. [21] En determinado momento Deborah se olvido del Boot y al cabo de un tiempo el Das acabo convertido en Doc, apelativo que, dado que siempre que habia una emergencia yo disponia de un buen surtido de farmacos, acabo adoptando definitivamente. Deborah habia accedido al idioma ingles tarde, como ya he explicado, y era imposible predecir lo que podia suceder una vez que un concepto como
– ?En serio que ha oido decir eso? -pregunte, sin tomarme su agresion muy en serio. Una de las cosas que siempre habia admirado en Deborah era su inconsciente aspereza en su trato con los hombres en general y conmigo en particular. Habia desembarcado en nuestras costas con muy pocas cosas en su equipaje aparte de los siete mayores insultos en ingles, a los que habia seguido devotamente apegada a lo largo de todos aquellos anos, al igual que a otros recuerdos (un marchito ramo de orquideas, una rancia e intacta tableta de chocolate que le habian dado en el orfanato para el viaje) de su emigracion a los Estados Unidos-. ?Y donde lo ha oido, si puede saberse?
– ?Crees que se lo he dicho yo?
– La verdad es que me da igual -dije-. ?Que tal estas, chiquilla?
Estire el brazo para apartarle un mechon de pelo que le caia sobre el ojo derecho y ella miro hacia otro lado. Tenia una bonita y espesa cabellera, que utilizaba para taparse la cara, una cara anodina que perdia todavia mas por la poca estima en que Deborah le tenia. Odiaba su nariz, que consideraba a un tiempo bulbosa y