– Ni idea -dijo Irv, y se encogio de hombros-. Debe de ser alguna amiga tuya.
– ?Eh, mirad esto! -dijo James mostrandonos el forro de su gorrito negro-. En el mio pone: «Funeraria Dawidov».
– ?Oh, toma! -le propuso Irv tendiendole la caja de zapatos-. Coge otro.
– No, gracias -dijo James, y se coloco el gorrito negro en la coronilla.
– Nunca he tenido ninguna amiga llamada Osnat -replico Philly, indignado. Tal como habia hecho yo, pronuncio ese nombre como si rimara con el pequeno insecto [22] que arruino el
– Creo que se pronuncia Osmak -le corrigio Irv levantando con pedanteria un dedo, y los tres rompimos a reir de nuevo-. ?Chist! -Se enderezo en la silla y apunto con su dedo levantado hacia el techo-. Ahi viene.
Habia un ligero e involuntario tono de advertencia en su voz, como si anunciase la llegada de un notorio alborotador, de un nino cascarrabias o de una mujer con muy mal genio.
Nos callamos y seguimos atentamente los leves crujidos del techo, producidos por decididos pasos que cruzaban la habitacion que habia sobre nuestras cabezas, bajaban uno a uno los peldanos de la desvencijada escalera y finalmente emergian en la sala en la forma de Emily Warshaw. Y, hablando de formas, tal como habria anadido Julius Henry Marx, [23] aquellas no estaban nada mal. Mi esposa era una mujer delgada y fina, aunque de caderas prominentes, con un cabello siempre suave al tacto y un rostro que, segun solia decir Crabtree, citando una frase que habia leido, era todo cortantes aristas y dramaticos angulos. Iba maquillada con pintalabios y sombra de ojos, y vestia unos tejanos negros, un jersey de cuello de cisne negro y una rebeca tambien negra. Cuando me vio ni se paro en seco, ni salio corriendo, ni sufrio un derrame cerebral, ni nada por el estilo. Tuvo solo un momentaneo acceso de timidez, durante el cual desvio la mirada hacia James y le dedico una amable sonrisa nada espontanea. Despues se dirigio directamente hacia la silla vacia que habia junto a la mia y, para mi sorpresa, tomo asiento.
– ?Como estas? -pregunto, en voz tan baja que solo yo pude oirla. Emily tenia una voz debil, en ocasiones incluso inaudible, pero al mismo tiempo profunda y masculina, propia de un hombre que en un local lleno de gente hablase por telefono con su amante. En las raras ocasiones en que se dejaba arrastrar por la emocion, su voz subia de tono y se quebraba como la de un adolescente. Sostuvo mi mirada durante unos instantes, con expresion tierna y sorprendentemente satisfecha, y despues se volvio, con un ademan casi coqueto, como si fuesemos un par de extranos a los que la anfitriona hubiese decidido sentar juntos. Sospeche que, al menos por el momento, Deborah habia sabido guardar mi secreto. Me tocarla a mi arruinar la velada.
– Me alegro de verte -le dije, con una voz que emergio de mi garganta con cierto temblor adolescente. Al volver a ver a Emily senti un intenso deseo de besarla, o al menos de acariciarle la mano, pero estaba sentada con aire grave, con las manos cruzadas y la mirada baja; encerrada en si misma, distante, absorta en sus pensamientos. Me llegaba el olor de los polvos de talco con los que se habia frotado la nuca y el del champu aromatizado con clavo que utilizaba para lavarse su negro y brillante cabello. Senti que un campo magnetico de energia sexual invadia los quince centimetros que separaban su muslo izquierdo de mi muslo derecho-. Te presento a James Leer, un alumno de mis clases de escritura creativa.
Emily se aparto un mechon de pelo que le caia sobre los ojos -que eran largos y estrechos, como un par de trazos inclinados; en Corea a los ojos como esos los llaman ojales- y saludo a James con un gesto de la cabeza. Detestaba estrechar la mano.
– El cinefilo -dijo-. He oido hablar de ti.
– Tambien yo de usted -replico James.
Por un momento pense que Emily le preguntaria por Buster Keaton, que era uno de sus idolos, pero no lo hizo. Se acomodo en la silla, con los hombros echados hacia adelante y la expresion que ponia cuando se moria por un cigarrillo. Durante varios segundos todo el mundo se quedo callado; la llegada de Emily a una fiesta o a una cena solia provocar, dado el profundo y absorbente magnetismo de su silencio, esas interrupciones en la conversacion.
– Y Deb, ?baja de una vez? -pregunto finalmente Irv.
– En un minuto -respondio Emily, y en su pequena boca aparecieron una ligera sonrisa y una simulada mueca de desagrado-. Si es que baja.
– ?Cual es el problema?
Emily meneo la cabeza. Por un momento, pense que no diria ni una palabra mas.
– Siempre esta alterada por una cosa o por otra -dijo, y se encogio de hombros.
Mientras hablaba, se escucharon nuevos crujidos procedentes del techo y despues un sonoro y sincopado repiqueteo en la escalera, como si una bola de croquet y un pomelo estuviesen echando una carrera para ver quien llegaba antes abajo.
– Mirad eso -dijo Philly, impresionado, cuando Deborah hizo su aparicion en la sala.
– ?Te has puesto eso para el
Deborah ignoro el comentario, se sento junto a su hermano y espero, con el menton bien alto y un aire de infinita paciencia, a que todos nos percatasemos de que se habia quitado el desafortunado vestido purpura, las medias y los zapatos, y habla bajado a cenar descalza y ataviada solo con un albornoz. Era, desde luego, un bonito albornoz, aunque -todos estuvimos de acuerdo en eso- algo pesado, de color chillon y con un motivo de espigas, como si la materia prima hubiese sido una manta pasada de moda comprada en una parada de mercadillo.
– Es de Alvin -nos informo, haciendo una exagerada mueca de dolor al pronunciar el nombre de su mas reciente ex marido-. He pensado que, como esta noche no va a estar entre nosotros, al menos lo represente su albornoz.
– Es todo un detalle -dijo Philly.
– Hola a todos -saludo Marie, que habia salido por fin de la cocina, con las mejillas hinchadas y su fina melena rubia suelta. Llevaba un plato de plata con un montoncito de
– ?Que pasa ahi? -pregunto este en direccion a la cocina-. Vamos, Irene. James se esta empezando a impacientar.
– No, de verdad -dijo James.
– ?Ya voy, ya voy! -Irene hizo su aparicion en la sala, con un aspecto todavia mas aturdido que Marie, la cara roja y la frente brillante de sudor. Como en todas las ocasiones especiales, iba envuelta en uno de los muchos vestidos amplios que disenaba y cosia ella misma inspirandose, segun me parecia, en el caftan, el muumuu [24] y, probablemente, el vestuario de ciertos capitulos de
?Maldita sea, nunca recuerdo que es lo que va en el sexto circulo!
– ?Que sexto circulo? -pregunto Irv con un tono que indicaba que el problema que habia estado retrasando el
– Compruebalo tu mismo -le dijo Irene, y le dejo el plato delante.
Irv conto, ayudandose de un dedo, los cinco alimentos colocados sobre cinco de los seis circulos marcados en el plato mientras murmuraba para si la lista que acababa de recitar.