– Hueso, huevo y uh… ?Oh! -Chasqueo los dedos-. ?El matzoh! El sexto circulo es para el matzoh.

– ?El matzoh! -Irene le golpeo en la sien con la palma de la mano-. El matzoh no puede ir ahi, Irv. Es absurdo. ?Que se supone que debo hacer, desmenuzarlo? Y mira eso, lee lo que pone aqui. -Senalo una palabra escrita en caracteres hebreos de color azul sobre el circulo vacio-. ?Aqui no pone matzoh!

Emily se reclino sobre mi y estiro el cuello para leer la inscripcion. Su seno izquierdo rozo mi brazo. Estaba tan pegada a mi, que oia hasta el leve ruido que producian sus tejanos cuando se movia en la silla.

– Pone cazart -aventuro.

– Chaz-art -propuso Irene-. Chazrat.

– ?Chazrat? -dijo Irv con incredulidad-. ?Como que chazrat? Mira, pone «matzoh». Esto debe de ser una mem, una «m» en hebreo. -Puso los ojos en blanco e hizo una mueca de disgusto-. ?Esos mexicanos!

– No pone matzoh.

– Quiza es para el agua salada -sugirio Philly.

– Quiza solo sea un simple cenicero -dijo Deborah.

– Quiza no sea un plato de seder -dije. Crei recordar vagamente que acababamos enzarzados en aquella polemica cada ano-. Quiza sea un plato para alguna otra fiesta similar.

– Creo que pone chazeret -dijo Marie sin levantar la voz.

– ?Chazeret? -preguntamos todos al unisono.

Marie asintio.

– ?Una hortaliza, quiza? -Lo dijo como si estuviese desempolvando unos pobres y fragmentarios conocimientos sobre cultura judia que cualquiera de nosotros seria capaz de rebatir. Pero me percate de que sabia perfectamente de que estaba hablando y no habia tenido la menor duda desde el primer momento. Marie obraba con suma delicadeza para no poner en evidencia a los judios de nacimiento o de adopcion que habia entre nosotros-. Creo que es una hortaliza amarga.

– Eso es el moror, querida -dijo Irene con condescendencia-. Hierbas amargas.

– Lo se, pero creo que el chazeret tambien es algo amargo. Parecido al berro, me parece.

– Pon berros, Irene -dijo Irv de pronto, fiandose, como sabiamente solia hacer en tales casos, de la erudicion de su nuera.

– ?Berros? ?Por que tengo que poner berros?

– En lugar del chazeret. -Parecia irritado, como si su mujer fuese obtusa-. Hay a montones junto al lago.

– No pienso ir hasta el lago en plena noche para recoger berros entre el barro, Irving. Olvidalo.

– Podriamos poner endivias -sugirio Marie.

– ?Que os parece pimiento rojo? -dijo James, que parecia dispuesto a agitar aun mas las embravecidas aguas de la disputa religiosa de los Warshaw.

– ?Pimiento rojo! -grito Irene.

– ?Ya lo tengo! -dijo Emily con una sonrisita-. ?Por que no ponemos un poco de kimchee? [27] Todo el mundo se rio ante la propuesta, pero al final decidieron ir a buscar una porcion de apestoso y endiabladamente rojo kimchee al recipiente hermeticamente cerrado en que se guardaba en la nevera. Pense que la velada empezaba muy bien. Entonces recorde que poco podia importarme, ya que no iba a formar parte de aquella familia mucho tiempo mas y las noticias que habia ido a comunicarle a Emily aniquilarian en un segundo todo lo que de prometedora tenia la fiesta y cualquier atisbo de felicidad familiar.

– ?Empezamos? -propuso Irv-. James, ?me puedes alcanzar los Haggadahs? [28] Senalo el aparador que habia a nuestras espaldas y James alargo el brazo para coger una pila de pequenos opusculos que Irv distribuyo. Eran los que siempre utilizaba, una edicion barata de regalo, en la que predominaba el texto en ingles, y adornada por todas partes con el nombre de una desaparecida marca de cafe. Irv saco sus gafas del estuche de plastico que llevaba en el bolsillo de la camisa, se aclaro la garganta y una vez mas nos dispusimos a conmemorar el inicio del largo viaje a traves de un pequeno desierto que emprendio una multitud ruidosa y turbulenta de antiguos esclavos. Irv empezo leyendo la breve plegaria inicial, que invocaba de forma bastante convencional, y mas bien anticuada desde el punto de vista de la correccion politica, al Todopoderoso, la familia, la amistad, el sentimiento de gratitud y el espiritu de libertad, justicia y democracia. James se volvio hacia mi, con expresion aterrada, y le mostre la peculiaridad de los libros judios ensenandole que el Haggadah se abria por lo que el creia que era el final, pero que en realidad era la primera pagina. Despues incline la cabeza, escuche la lectura y, mirando por encima de mis gafas, eche un vistazo a los convocados en torno a la mesa. Todos leian con Irv, excepto Deborah, que ni siquiera miraba el Haggadah que tenia en las manos. Sostuvo mi mirada durante unos instantes, inexpresiva y sin perder la compostura, despues miro a Emily y, finalmente, se concentro en su libro.

– Y ahora llenemos la primera copa de vino -dijo Irv al concluir la plegaria inicial-. En total son cuatro -le explico a James.

– ?Cuidado! -intervino Philly-. James ya se ha bebido cuatro cervezas.

– No tiene por que beberse las cuatro copas -dijo Irene, con aire preocupado-. No tienes que bebertelas todas, James.

Me volvi hacia James y le dije:

– Si, sera mejor que te lo tomes con calma.

– Ha hablado el senor Hombre Modelico -comento Deborah.

Miro a James y le dijo-: Seguro que te mueres de ganas de seguir su ejemplo.

– ?Deb! -intervino Emily con un tono de amable llamada al orden. Y mientras alzabamos las copas e Irv leia la bendicion del vino, me senti tan agradecido por la intervencion de mi esposa en mi defensa, que casi se me saltaron las lagrimas. ?Era posible que me hubiese perdonado? ?Y yo iba a tirar por tierra aquel inmerecido perdon, aquella gracia que me concedia? El espeso vino dejo un regusto calido y salado en mi garganta. Y vi que James se bebia la copa hasta la ultima gota.

– Muy bien -dijo Irv. Retiro hacia atras su silla y se puso en pie-. Ahora voy a lavarme las manos.

– Yo tambien voy a lavarmelas -dijo Marie.

Esto parecio irritar a Deborah.

– Normalmente es solo papa quien se lava las manos, ?no? -pregunto con simulada ingenuidad.

– Todo el mundo se puede lavar las manos -dijo Irv.

– Si, podriamos hacerlo todos -propuso Marie, como si quisiese empezar un juego.

– ?Por que no ha de lavarse las manos? -le pregunto Irene a Deborah al tiempo que le hacia un gesto de recriminacion con la mano.

– Quiza tu tambien deberias lavartelas -intervino Philly. Le guino un ojo y anadio-: Me parece que no te has limpiado bien el pastel de vaca.

– ?Vete a la mierda! -replico Deborah-. Detesto que me hagas guinos.

– Y yo, ?puedo lavarmelas? -pregunto James.

– Por supuesto que si -respondio Irene, y contemplo con una gran sonrisa como se levantaba y seguia a Irv y a Marie a la cocina. Oimos el chorro de agua repiqueteando contra la pica de acero inoxidable. Su sonrisa se apago y dijo-: Realmente, eres un encanto, Deborah.

– Si -anadio Philly-. ?Cual es tu problema?

Deborah me miro, y senti que la sonrisa se me congelaba en los labios.

– Muy bien, estupendo -dijo Deborah levantandose de un salto de su silla. Por un momento, pense que la cena

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