– ?A ti que te parece? -le dije.

Pense que la pregunta le mantendria ocupado un rato. Al otro lado del aparcamiento habia un caotico batallon de contenedores de basura de color verde. Justo cuando empezaba a dirigirme hacia ellos con mi surrealista cargamento escuche el chirrido de un automovil que tomaba con brusquedad una curva cerrada y, al levantar la vista, vi una camioneta blanca de reparto que venia hacia mi por el estrecho callejon por el que Crabtree y yo habiamos entrado hacia un rato. El asiento del acompanante lo ocupaba Guisante Walker, mientras que al volante iba un tipo blanco mucho mas voluminoso y con el craneo rapado que conducia la camioneta directamente hacia mi. El tipo entresacaba la lengua por la comisura de los labios como si estuviese muy concentrado en conseguir aplastar a su presa. Pero, obedeciendo a una indicacion de Walker, giro el volante e interpuso la camioneta entre mi persona y el coche de Hannah, dejandome bloqueado entre los contenedores. Entonces dio un frenazo.

Walker salto de la camioneta y, sin decir palabra, vino hacia mi dando energicos saltitos y ladeando la cabeza como si estuviese encantado de volver a verme. Vestia un vistoso chandal color berenjena y un par de zapatillas deportivas de rebuscado diseno; tanto el calzado como la ropa estaban adornados, igual que si de un codice maya se tratase, con todo tipo de jeroglificos y pictogramas. Llevaba una enorme botella, cuyo contenido no logre adivinar, envuelta en una bolsa de papel marron. La dejo en el suelo con pesar y le dio una palmadita al tapon.

– ?Eh, Booger, encargate del tipo del coche! -le dijo a su colega.

El tal Booger obedecio y salto de la camioneta para lanzarse sobre Crabtree. Este opto por una peculiar estrategia defensiva consistente en hacer sonar la bocina repetidamente. Cuando se percato de que la idea resultaba, como no era de extranar, del todo ineficaz, arranco marcha atras para salir de la plaza de aparcamiento, dio un brusco giro y enfilo el callejon que desembocaba en la calle Wood. Durante la operacion derribo, sin querer, al calvo Booger y le aplasto el pie izquierdo con la rueda trasera.

– ?Joder! -aullo Booger.

Quedo tendido en el suelo, apoyado en los codos. Parecia indignado. Volvi a dirigir mi atencion hacia Guisante Walker, alerta a la posible aparicion de la pistola que Clement habia mencionado. Pero, para mi sorpresa, mientras se acercaba a mi, lo unico que Walker blandio fueron sus punos, moviendolos en el aire como si fueran gatitos tratando de atrapar un cordel. Aquellos punos eran gruesos y deformes como nudos de un manzano. Yo pesaba como minimo unos cincuenta kilos mas que el. Sonrei; Walker tambien. El tipo tenia los ojos inyectados en sangre, balanceaba ligeramente la cabeza y al sonreir mostraba la falta de un considerable numero de dientes. Me pregunte si seria consciente de ello.

Mientras calibraba el valor estrategico de limitarme a dejar que Walker me arrease algun que otro punetazo con sus calamitosos punos de peso mosca, el metio la mano bajo su chandal purpura a la altura de la cintura y saco una pistola ridiculamente enorme, el diametro de cuyo canon era solo superado por el de su desagradable sonrisa. La mano con la que sostenia el arma no parecia estar dotada de un pulso demasiado firme, pero supuse que a la distancia a la que estaba de mi eso carecia de importancia.

Hice una finta hacia la izquierda y sali corriendo hacia el coche de Hannah. Pero la tuba y el pedazo de boa me entorpecian los movimientos, y Walker tuvo tiempo de reaccionar y cortarme el paso.

– Eh, Guisante -dije.

– ?Que pasa?

Permanecimos asi un minuto; un Minotauro ronoso, obeso y miope, y un Teseo cascado, desdentado y de manos temblorosas.

cara a cara en el punto en que confluian nuestros dispares laberintos. El viento soplaba con mas fuerza y levantaba a nuestro alrededor nubes de polvo y arrastraba papeles y otros desechos.

– ?Tripp! -grito Crabtree, para alertarme del peligro que corria o, simplemente, expresando un desesperado deseo de que no me sucediese nada. Avanzaba despacio con el coche por el callejon, como para darme una ultima oportunidad de reunirme con el antes de abandonarme definitivamente a mi suerte.

Walker volvio la cabeza para echar un vistazo al Renault, momento que aproveche para alzar por encima de mi cabeza el pesado cadaver de Grossman y -como Aaron, la elocuente sombra de Moises- arrojarselo encima a mi contrincante. Le golpeo en plena cara, con un sonoro chasquido, y el peso mosca perdio el equilibrio y cayo hacia atras. La pistola salio despedida de su mano y se deslizo ruidosamente, como un patin de ruedas, por el aparcamiento. Corri hacia el callejon, tropezando con desechos diversos arrastrados por el viento, balanceando la tuba delante de mi y con la chaqueta bajo el brazo. No perdi de vista ni un segundo las tambaleantes rodillas de Booger, que se habia puesto en pie y perseguia cojeando al Renault, sin demasiado entusiasmo, me parecio. Probablemente no tenia ni la mas remota idea de a quien estaba persiguiendo ni por que. Evidentemente, Crabtree habria podido dejar atras a Booger sin ningun problema, pero seguia recorriendo el callejon a tres kilometros por hora, con la portezuela del acompanante abierta, esperando a que le alcanzase. Cuando llegue a la altura del infortunado Booger, trate de golpearle sin piedad en las rotulas con la tuba. Pero se me desvio un poco el proyectil y le di en pleno estomago, cortandole la respiracion en seco. Dio un par de tambaleantes pasos y cayo al suelo. Por el callejon, como si de una marana de maleza seca arrastrada por el viento se tratara, vino rodando hasta el una mugrienta bola de cinta adhesiva para embalar y hojas de periodico, que se le pego unos instantes a un lado de la cabeza y despues siguio su camino.

– Me has dado con la tuba -se quejo Booger, que me miraba con una mueca de dolorida perplejidad.

– Lo se -le dije-. Lo siento.

De pronto llego volando una hoja de papel que se aplasto contra mi cara. Me la quite de encima. Era un folio, y, al mirarlo con cierto detenimiento, descubri que en el se describia el peor momento de un lamentable episodio de la carrera medica de Culloden Wonder, maximo sinverguenza y patriarca del lamentable clan. Eche un vistazo al Renault y me percate de que si Crabtree habia estado conduciendo tan lentamente, no era porque me estuviese esperando, sino porque estaba enfrascado en una batalla con la puerta abierta del coche, tratando al mismo tiempo de cerrarla, salir del callejon y, a ser posible, evitar que el viento se llevase hasta la ultima hoja del manuscrito de mi novela. El aire estaba lleno de paginas de Chicos prodigiosos; de pronto cai en la cuenta de que una considerable cantidad de la porqueria que volaba por el callejon y el aparcamiento eran hojas de mi libro. Caian como gigantescos copos de nieve sobre Booger y se abalanzaban como gatitos contra mis piernas.

– ?Dios mio! -grite-. ?Crabtree, para el coche!

Crabtree freno y bajo del Renault, y entre los dos intentamos salvar el mayor numero posible de paginas, cazandolas al vuelo y recogiendolas del suelo como si fuesen hojas secas.

– Lo siento mucho, tio -se disculpo Crabtree. Dio un salto para tratar de atrapar una hoja que volaba bastante alto, pero fallo por un centimetro y la hoja se alejo-. No me habia dado cuenta.

– ?Cuantas paginas han salido volando?

– No muchas.

– ?Seguro? -pregunte alarmado-. Crabtree, parece que este nevando.

A nuestras espaldas se oyo una detonacion. Nos volvimos y vimos a Walker junto a la camioneta blanca, con una rodilla en el suelo, blandiendo la pistola con una temblequeante mano.

– ?Mierda! -grito Booger, que se llevo la mano izquierda a la flor de un rojo intenso que subitamente aparecio en su brazo derecho, sobre la manga de su camisa.

– ?Dios bendito! -dijo Crabtree, que me agarro y me arrastro hacia el coche-. ?Larguemonos!

Lance la tuba al asiento trasero, le di a Crabtree la chaqueta de Marilyn, subi al coche y nos largamos del aparcamiento de Kravnik, Material Deportivo, abandonando a su suerte a mi novela, a la que vimos alejarse como la blanca estela espumosa de una lancha.

Todavia sin aliento por la emocion de haber logrado salir airosos, Crabtree se lanzo a recapitular los acontecimientos de los ultimos veinte minutos, estableciendo los mas minimos detalles de nuestra huida con una precision narrativa equivalente a la de un relojero con unas pinzas y abrillantando la fachada de la trama con una retorica equivalente al chorro de agua de una manguera.

– ?Te has fijado en que Booger llevaba un tatuaje en el dorso de la mano? Era un as de corazones, pero el corazon no era rojo, sino negro. ?Hasta he podido olerle el aliento, Tripp! ?Habia bebido cerveza negra, lo juro por Dios! En un determinado momento incluso he pensado que iba a besarme. ?Dios mio, era feisimo! Ambos lo eran. Y que me dices de la pistola, ?eh? ?Era una nueve milimetros? Lo era, ?no? ?Cono, esas balas sonaban como jodidos colibries!

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