abedul o bien se retiran a una habitacion privada donde un paje se deja corromper a cambio de un estipendio. Para Niki yo servia igual que ese paje, y en mi dacha el doblaba los miembros en mi banera, en la cual yo vertia el aceite que le encantaba, de bergamota, naranja amarga y romero, y le pasaba la esponja primero con aquel agua y luego con otra fresca mientras estaba alli echado, con el cigarrillo entre los dientes, la cabeza apoyada contra el borde de porcelana. La ventana por encima de la banera dejaba entrar un aire acre por la hierba, pinos y abedules, el aroma atrapado e intensificado por el vapor que salia del agua. En su dulce neblina, los dedos de el jugueteaban con los mios, y a veces volvia su rostro hacia mi y yo empezaba entonces ya a temer su partida, lo vacia que se quedaba la dacha en cuanto el se iba, y el espectro de Sergio, que parecia caminar por las habitaciones al salir el zar. A veces corria tras el para decirle: «Lo siento, ya sabes que el fue mi primer amor…». A veces mis dedos tabaleaban en el borde de la banera, llenos de temor por anticipado, y el zar tranquilizaba mis dedos con los suyos propios. Finalmente, sin embargo, Niki tenia que ponerse de pie, con el agua resbalando por su cuerpo como las aguas de la fuente de Peterhof resbalaban por el dorado cuerpo de Sanson, y la finca y la tarde eran un inacabable fragmento de aburrimiento al cual debia volver ahora el zar, para enfrentarse a la cena, los bordados, la lectura en voz alta, quiza la exhibicion de alguna pelicula de la cual, a instancias de la emperatriz, se habian eliminado los momentos indecorosos. A todo esto se veia sujeto el zar, igual que se veia sujeto a las continuas predicciones de monsieur Philippe, que le aseguraba que el hecho de que hubiese nacido Anastasia cuando todas las senales del sol y la luna y las estrellas senalaban el nacimiento de un hijo debia indicar que ella estaba marcada para tener una vida extraordinaria. El siguiente hijo seria un nino, ciertamente, porque Anastasia habia abierto el camino. Y entre tanta tonteria, el zar guardaba silencio.

Pobre Anastasia. La vi brevemente en Paris, en 1928, con mi marido, en el compartimento de un tren en la Gare du Nord, ocho anos despues de que la pescaran de un canal de Berlin y le dieran el nombre de frau Chaikovski. Si, Anastasia tuvo una vida extraordinaria, aunque dudo que M. Philippe hubiese podido prever sus dimensiones exactas. No la vio ninguno de los Romanov excepto la hermana de Niki, Olga, y esta aseguro que era un fraude. Olga habia conocido mejor a Anastasia, ya que era el unico miembro de la familia que todavia visitaba a Niki y las chicas en 1913, cuando la familia veraneaba, como de costumbre, en Livadia, donde ella dio lecciones de pintura a Anastasia. Pero como comprenderan, es dificil saber con toda certeza si frau Chaikovski era realmente Anastasia, ya que las ninas cambian mucho entre los doce y los veintisiete anos, hasta las ninas que no han visto asesinar a sus familiares y luego han huido a traves de Rusia hasta Berlin. Ademas, Niki y Alix rompieron completamente con el resto de la familia despues del Tricentenario de 1913, a raiz del asunto de Rasputin, y nadie vio a las chicas despues de aquello. Hacia 1916, Niki ya ni siquiera intercambiaba regalos de Navidad con sus hermanos y hermanas, primos y familiares. Pero yo vi a Anastasia en 1917, justo antes de que abdicase Niki, cuando tenia casi dieciseis anos. Y por tanto supe que era ella en el compartimento de tren. O mas bien, sabia reconocer a una oportunista en cuanto la veia. ?Por que no darle su oportunidad? ?Que mal podia haber en ello? Sali de aquel compartimento y dije: «He visto a la hija del zar». En 1967 se lo dije de nuevo al director frances Gilbert Prouteau para su documental Dossier Anastasia. Vino a filmar aqui, en mi propio dormitorio. Se dirigia a mi como «princesa». Se me consideraba una experta, una privilegiada, una autoridad en la familia Romanov. Mas de lo que el creia. «Si -le dije a M. Prouteau-, tenia los mismos ojos del zar. En eso no podia equivocarme. Conocia esos ojos muy bien.» Ah, que feliz hice a monsieur Prouteau.

Bueno. A ver. ?Donde estaba?

A finales de julio de 1901, justo antes de que el emperador tuviese que unirse a Sergio y la corte para las maniobras de agosto en Krasnoye Selo, yo ya sabia que estaba embarazada. Si estaba embarazada de un hijo, eso cambiaria al zar, a mi y al pais. Asi que para preparar el camino para aquella noticia lleve a la cama del zar esturion, pan negro y caviar. Busque sus cigarrillos. Prepare su bano. Se lo iba a decir cuando estuviese en la banera, cuando su mente se encontrase relajada y su corazon abierto a mi. Mentalmente ya veia su sonrisa, su lenta incredulidad convirtiendose en comprension, y de nuevo el nacimiento de la esperanza y la fe: tendria un hijo. Cuando fui al dormitorio para decirle que su bano estaba preparado, el se encontraba echado de espaldas, fumando, y sus largas exhalaciones enviaban largas volutas de humo hasta el alto techo, que desaparecian a mitad de camino. Al entrar yo, el zar se incorporo y apago el cigarrillo en el platito de porcelana con los restos del pan y se aclaro la garganta.

– Mala -dijo-, tengo que decirte una cosa.

De modo que, por supuesto, deje que el zar hablase primero.

?Cuantas veces no habre reproducido en mi mente los acontecimientos tan distintos que hubieran podido desarrollarse si yo hubiese hablado antes! Porque lo que me dijo es que Alix estaba embarazada otra vez, y que M. Philippe, la surprise grande, habia declarado con absoluta certeza que esta vez tendria un hijo. Yo me habria echado a reir si no me hubiese atragantado con un espasmo en la laringe que me impidio respirar y hablar. Probablemente fue buena cosa, porque si hubiese hablado estoy segura de que habria dicho algo que despues lamentaria, como siempre. Senti lo mismo que habia sentido mil veces cuando me mataban con un triunfo inesperadamente en el juego del vint. O sea que nuestras tardes juntos no habian sido mas que otro alocado viaje en troika por la gran llanura, y aquel viaje nos habia vuelto a conducir otra vez al mismo sitio. Entonces fue cuando supe que me habia estado enganando a mi misma todo el verano. No tuve a Niki todo para mi, tal y como habia pensado. Yo contaba con su fidelidad al menos durante las ocho semanas que siguieron al nacimiento de Anastasia en junio, al menos hasta que Alix ya no sangrara, como sucede despues del alumbramiento. Pero no, el hijo del carnicero frances y la maquina de hacer ninos alemana no habian esperado ni siquiera eso y su busqueda de un heredero habia vuelto a comenzar de inmediato. En cada coito habia tres personas en la habitacion: Alix y Niki en la cama, y M. Philippe en un rincon, entonando alguna plegaria. «Yo no soy nada en mi mismo. Actuo en nombre de lo divino.» Pero por una vez no me comporte de manera impulsiva. No le chille al emperador por divertirse conmigo mientras seguia trabajando, acostandose con su mujer. No le arroje la dura esponja que llevaba en la mano. No, cerre la boca y me guarde mi secreto. Yo jamas habia guardado un secreto en toda mi vida -corria a mi padre, a mi hermana, a este o aquel gran duque para cotillearles cualquier supuesto insulto o fantastico triunfo (incluso una hora despues de irme a la cama con el zar en 1893 le di a la central telefonica el numero de mi hermana, para asi poder pavonearme ante ella, y los detalles de aquella noche salieron de mi boca)-, pero aquel verano y sus secretos quedaron bien guardados, y mi lengua cerrada con siete llaves. Pense: «Mejor esperar, dejemos que Alix tenga otra hija, y entonces le dire al zar que yo he tenido un hijo suyo».

Asi que Niki se vistio y me dejo aquel dia de agosto para ir a la Gran Revista de Krasnoye Selo sin saber nada, y no recuerdo si me dijo algo mas o que le dije yo, si tomo el bano que yo le habia preparado o no, si le vi vestirse o no, o si nos besamos para despedirnos. Solo supe que volvia con Alix y que se quedaria junto a ella durante su confinamiento, y que yo no le veria hasta al cabo de mucho tiempo. En cuanto desaparecio por encima del puente, yo empece a preocuparme. ?Y si yo no tenia un hijo? Otra hija interesaria muy poco a Niki, y esa falta de interes no bastaria para contrarrestar el escandalo que estaba segura de que iba a sufrir yo. No lo temia demasiado. Aun asi, seria un escandalo mucho mayor que el de ?llevara o no Mathilde unas enaguas con aros? En este, el zar habia vuelto con su amante y ella le habia dado un hijo.

Las mujeres de la buena sociedad que tenian hijos ilegitimos como resultado de una aventura se retiraban de la vida publica, se iban al extranjero para el parto, si podian, y daban en adopcion a sus hijos. Las amantes daban a luz en casa y criaban a sus hijos al margen de la sociedad, empleando las relaciones de su protector para ennoblecer a sus hijos o encontrarles un lugar en la corte, en la guardia o en el cuerpo diplomatico. Hasta el hijo de una sirvienta y un aristocrata podia conseguir una cierta posicion; la gobernanta de los propios hijos del zar, por ejemplo, era una de ellas. Y las chicas que no tenian proteccion, como las muchachas pobres del ballet que se quedaban prenadas de jovenes oficiales que las abandonaban, bueno, esas chicas eran despedidas y volvian a casa con sus familias, y cada una sobrellevaba su desgracia como podia. Yo no encajaba exactamente en ninguna de esas categorias. Yo era una amante, pero mi hijo no pertenecia a mi protector. Era una bailarina que se habia quedado prenada, pero mi fecundador no era un joven oficial, sino el zar. Si Alix y yo teniamos hijos varones las dos, ella lucharia por enviarme a mi y a mi hijo al exilio, probablemente a Paris, para que vivieramos alli codo con codo con Ekaterina Dolgoruki y su hijo, que tenia ciertas reivindicaciones sobre el trono. Pero ?y si yo no habia engendrado un hijo del zar? ?Y si el hijo que gestaba era, por ejemplo, del gran duque Sergio Mijailovich? Si yo

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