cabezas de la cupula del Gran Palacio, en Peterhof.
Cuando cayeron las primeras nieves, Niki me habia comprado tres terrenos en la isla de Petersburgo, al otro lado del Gran Neva, al otro lado del Palacio de Invierno, en la esquina de la Perspectiva Kronversky y la calle Dvorianskaia. La compra de estos terrenos se mantuvo en secreto. No se registraron a mi nombre para no atraer la atencion hacia los ochenta y ocho mil rublos pagados por ellos, que todo el mundo sabria que yo no habria podido permitirme, ya que me habia abandonado Sergio Mijailovich. Aquel lado de la ciudad no tenia fabricas metalurgicas ni centrales electricas ni imprentas, solo un punado de mansiones nuevas entre antiguas casas de madera que Pedro el Grande decreto en tiempos que fuese el unico tipo de casas que se construyera en aquella parte de la ciudad, ya que el granito de Finlandia, el marmol travertino de Italia y de los Urales, el porfirio de Suecia y la arenisca de Alemania se debian usar solo para la Isla del Almirantazgo, para la parte imperial de Petersburgo, demarcada por sus canales, Fontanka y Moika, y sus avenidas, y por los dos palacios del zar, el de Invierno y el de Verano, y por su piedra. Y por tanto, hasta 1830, poco mas se construyo en la isla de Petersburgo, aparte de cabanas de madera para los trabajadores, un fuerte de madera y una casa de madera donde habia vivido el propio Pedro mientras se construia su ciudad. Despues, en aquel terreno apenas se construyo tampoco. Pero cuando se acabase el puente de Troitski al ano siguiente, en 1903, que conectaria la isla con Peter propiamente dicho, empezaria la construccion de mansiones en serio. La mia fue una de las mejores, construida por el arquitecto de la corte, Alexander von Gogan, que conseguiria una medalla de plata por su diseno estilo
De modo que Niki podria visitarnos discretamente cuando quisiera, y planeaba hacer excavar un tunel por debajo del Neva que fuese desde el sotano del Palacio de Invierno hasta el de mi nuevo palacio. He oido decir que los visitantes a mi mansion, ahora museo Estatal de Historia Politica, hasta el dia de hoy piden ver la entrada al tunel secreto que en tiempos conectaba el palacio de la bailarina Kschessinska con el palacio del zar. La historia politica no les interesa, yo si. El pasaje secreto, el tunel subterraneo, no carecia de precedentes, dados los inviernos rusos. En Moscu habia tuneles que conectaban el palacio Yusupov y el palacio del tio de Niki, Sergio Alexandrovich, con el Kremlin. En 1795 se excavo un tunel de ciento cincuenta metros entre el sotano del palacio de Alejandro en Tsarskoye Selo y su cocina, situada en el otro extremo del jardin. En 1814, el ingeniero Marc Brunel propuso a Alejandro I que se construyese un tunel bajo el Neva, y cuando el emperador por el contrario decidio tender un puente, Brunel excavo un tunel bajo el Tamesis. De modo que en el Neva ahora habria tambien un tunel, y la Kschessinska tendria pronto su palacio. Hasta entonces deberia contentarme con sus escasas visitas a mi dacha, donde yo permanecia fuera de la vista, ya que era el unico lugar donde Niki podia visitarme y donde, una o dos veces, yo pude convencerle de pasar un rato agradable en mi cama. Si, si, accedi. Debia ser paciente. Pero la paciencia, lo admito, no era mi fuerte.
Casi todos los grandes emperadores tuvieron dos esposas, ?saben? Miguel Romanov, Alexei Mijailovich, Fiodor Alexeivich, Pedro el Grande. Niki no me dijo directamente nada de esto, pero yo comprendi que era una posibilidad, y el tambien debia de creerlo asi. Por supuesto, habia que hacer desaparecer a la primera esposa. La primera mujer de Pedro el Grande no supo morirse a tiempo, de modo que despues de una decada de matrimonio, el la obligo a retirarse a un convento y tomar el velo. Mas tarde, Pedro se caso con una chica campesina que trabajaba en la lavanderia del regimiento. Y fue el hijo de esta ultima quien se convirtio en el siguiente zar. ?Saben que al final de su breve vida el abuelo de Niki maniobro para convertir en emperatriz a Ekaterina, colocando en la linea de sucesion a su hijo, Georgi, en lugar del hijo de su primera esposa, Alejandro, el padre de Niki? A Alejandro II nunca le gusto la fria recepcion que dieron los hijos de su primera esposa a la segunda… ni a los hijos que tuvo con ella. ?Lo tolerarian el pais y su familia? ?Podria pasar por alto al insensible Alejandro en favor de su encantador Georgi, hijo del amor de su vida? Niki tendria que maniobrar con la misma delicadeza. Si, primero me haria llevar a palacio. Luego me daria un titulo: princesa Krassinski-Romanovski. Luego enviaria a Alix y a su rebano de ninas a Paris… o la devolveria, con las ninas escondidas bajo sus grandes faldas, a Hesse-Darmstadt, donde podrian convertirse todas en luteranas, si lo deseaban. Si, si Alix no queria que Niki tuviera una segunda esposa, tendria que darle un hijo.
Para prepararme para mi fabuloso futuro, decidi retirarme de los escenarios (como si alguien pudiera olvidar que en tiempos habia bailado en ellos) al final de aquella temporada. En 1700 quiza la emperatriz pudiera ser una lavandera, pero en 1900 no podia ser una bailarina.
Mi hermana ya se habia retirado con la bendicion de mis padres, aunque lo habia hecho tras veinte anos en el teatro y con los ingresos de su pension. Pero cuando yo fui a la Perspectiva Liteini a decirle a mi padre que me queria retirar, el no se sintio muy feliz con esta ultima ocurrencia mia. Lo encontre en el salon de baile donde daba sus clases de danza. Las ninas estaban ya saliendo en fila, con las cintas del pelo torcidas, para reunirse con sus institutrices, que esperaban en el vestibulo con los abriguitos forrados de piel de sus pupilas y sus botas tambien ribeteadas de piel. La larga sala de baile estaba luminosa y humeda, y en su interior mi padre era como un alto sauce con levita. Aquellos del teatro que daban clases de danza llevaban corbata y frac, y a veces incluso iban asi a los ensayos, si tenian un horario demasiado apretado, y esos hombres eran conocidos como «el grupo de la levita». Mi padre parecia delgado, un poco demasiado, con su levita. Se estaba haciendo viejo, me di cuenta. Justo cuatro anos antes celebro los sesenta anos en los escenarios del zar. Recibio tantos regalos que cuatro tramoyistas tuvieron que izar cada baul lleno de bandejas de oro y copas de plata desde el foso de la orquesta hasta la mesa colocada en el escenario donde, en el intermedio, el telon permanecio levantado para que el publico pudiese apreciar la gran estima en la que tenian a mi padre.
En aquel momento yo pense: «Mi padre bailara siempre», pero entonces me di cuenta de que no seria asi. Con una voz mucho mas discreta y menos grandilocuente que la mia habitual, le conte mis planes, y antes de hablar el cogio una toalla pequena de la silla junto al espejo y se seco el rostro cuidadosamente, eliminando tambien a la vez su sonrisa. Entonces supe que no me iba a desear buena suerte, ni expresarme sus mejores deseos. No.
– Mala -dijo-, tu hermana, bendita sea, era una bailarina bastante buena. Que interprete ahora el papel de madre. Pero tu, Mala, eres otra historia, totalmente. Recuerda, tu poder procede de tu arte.
Quizas era de ahi de donde recogia el su poder, pero yo ahora tenia otra fuente, menos efimera que el arte, y no pensaba entregarle mi hijo a mi hermana, por mucho que me presionaran mis padres. Como bailarina una se tiene que acabar retirando, pero yo podia vivir hasta una edad mucho mas avanzada que la de mi padre y morir como emperatriz. Mi padre seguramente se dio cuenta del aspecto obstinado de mi cara, porque doblo la toalla, se la puso encima del hombro y me tendio los brazos.
– Ven, Maletchka -dijo, y durante unos momentos dimos unos pasos de vals en la sala de baile; en la puerta, algunas alumnas se quedaron mirando al hombre alto y la mujer diminuta que circulaban con gracia por toda la sala vacia, donde ellas mismas, unos minutos antes, habian ejecutado esforzadamente la polonesa, la mazurca, la cuadrilla y ese mismo vals.
El espejo magico
Se que ustedes probablemente estarian de acuerdo con mi padre en que yo tenia demasiado talento para abandonar los escenarios, pero debo decirles que las modas en escena cambiaban muy rapido, de modo que no solo deseaba abandonar la danza por mi hijo. El nuevo director de los Teatros Imperiales era el coronel Vladimir Teliakovski, que habia sido director de los teatros de Moscu y oficial de la Caballeria Real. Yo esperaba que el, siendo un aristocrata a la antigua usanza, tuviese gustos tambien pasados de moda, pero desgraciadamente en lo concerniente al arte Teliakovski era un hombre moderno, que abria mucho mas su bolsa a artistas libres (es decir, artistas que no estaban en la nomina imperial) que su predecesor, Volkonski, asi que no senti gran dolor de corazon cuando a principios de 1903 volvi al teatro para bailar por ultima vez, exitosamente, un ballet montado en honor de mi retirada de los Teatros Imperiales, porque yo no podia retirarme sin mas, tranquilamente, hacerme a un lado despues de mi confinamiento y del nacimiento de mi hijo. No, tenia que volver primero y luego retirarme a