elevase precisamente. Aunque la multitud no sabia que mi casa era la casa de la Kschessinska, las aguilas de dos cabezas brillaban en mi verja, y solo aquellas aguilas ya podian desencadenar el ataque. ?Que vana ilusion me impulso a poner alli esas aguilas imperiales? Recuerdo que me sente. Recuerdo que pense que no podia llamar absolutamente a nadie en la ciudad. Sergio y Niki estaban en Stavka. Hasta el deshonrado Andres se encontraba, mas por accidente que por designio, a salvo en Kislovodsk… De hecho, las facciones mas poderosas de la familia Romanov, debido a las ordenes de Niki, ni siquiera estaban en la ciudad. El gran duque Vladimir y Stolypin estaban muertos. ?Y mi familia? Mi hermana vivia en el otro extremo de Petersburgo, en la Perspectiva Inglesa, mi hermano en Spasskaya Ulitsa, tambien al otro lado del puente. Al menos mi hijo estaba a salvo. Nadie estaria mas protegido que el. Pero yo no podia quedarme alli. Sin embargo, mi coche, mi Rolls-Royce, era demasiado conocido, porque en cuestion de coches, igual que en todo lo demas, yo copiaba a los Romanov, y habia oido decir a mi hermano que el Rolls del gran duque Gabriel Konstantinovich habia sido requisado por la turba. Para salir de alli yo necesitaria un coche distinto. Pero cuando llame al Nuevo palacio Mijailovich para pedir uno, mientras la multitud y las tropas iban creando desorden de camino por Bolshoi Dvorianskaia hacia mi casa, descubri que el hermano de Sergio, Nicolas, les habia dicho a los criados que rechazaran todas mis llamadas y detuvieran toda comunicacion «con la casa del lado de Petrogrado de la ciudad». El gran historiador queria que saliera corriendo por las calles con un abrigo y un panuelo en la cabeza, cargada con un bolso lleno de joyas, ?por las calles!, donde cualquiera que llevase un sombrero moderno era asesinado por ser un borzhui. Y eso no era lo unico que ocurria en las calles, pero el resto se lo contare mas tarde. La familia de Sergio siempre se habia referido a el como «mi perrito faldero», y pensaban que yo me aprovechaba de el despiadadamente, me culpaban de su actual deshonra y su virtual exilio en Stavka, y ahora, incluso en ausencia del gran duque Nicolas, que habia sido enviado a Grushevka, se seguian sus ordenes y la familia se estaba tomando su venganza. Me quede sentada, perpleja, con el telefono en la mano. Y entonces me acorde de Yuriev. La fiesta posterior a su tributo se habia celebrado en su apartamento de la Perspectiva Kamennostrovsky a solo unas manzanas de distancia. Quiza los Romanov no pudieran ayudarme en aquellos momentos, pero seguramente mis companeros artistas de teatro me darian refugio, y desde la distancia donde estaba si que podria escapar a pie.

Y como la unica cosa segura que se podia ser en aquellos tiempos era trabajador, eso fue lo que hice. Me disfrace de trabajadora, corte con unas tijeras el cuello de armino de un abrigo que por lo demas era bastante sencillo, y me puse el panuelo de mi doncella a la cabeza, como si fuera una campesina. Me lleve las joyas que no estaban almacenadas en Faberge, las cartas de Niki, la fotografia que me dedico hacia muchos anos, el icono de mi padre y el anillo del conde Krassinski, una foto de Vova a los cinco anos… un alijo un poco extrano, ya lo se, pero cuando uno huye de una casa en llamas solo se lleva los articulos mas valiosos, y se aprende rapidamente que es lo que mas se valora. Creyendo que mis sirvientes estarian a salvo, me fui sola. Pero a la manana siguiente, cuando mi ama de llaves abrio la puerta a la multitud y los llamo: «Venid, venid, que el pajaro ha volado» -no se si les he contado que en Peter me habian descrito como el pajaro enjoyado-, la turba entro aullando mi nombre: «?Kschessinska! ?Donde esta la Kschessinska?», y al no encontrarme, se llevaron a mi portero y lo apoyaron contra un muro del patio como si fueran a ejecutarle, a resultas de lo cual su mujer murio de un ataque antes de que la multitud viese la Cruz de San Jorge que mi portero se habia ganado por su valor en la guerra y lo liberasen. A lo largo de las semanas siguientes los muebles desaparecieron de mi casa, igual que la plata, el cristal, los objets Faberge, mi ropa, mis pieles, incluso mi coche, el coche que tanto miedo me daba conducir. Mi casa se convirtio en un mercado libre: todos los articulos eran gratuitos. Ninguna otra casa de la ciudad fue tan saqueada como la mansion de la concubina zarista Kschessinska, excepto la mansion del ministro de la corte, el baron Fredeericks, que dispensaba los castigos y los favores del zar. Si, el ministro y la fulana eran famosos en Peter, y soy consciente de que se me sigue conociendo sobre todo por mi escandalosa vida privada. Justo este mismo ano, 1971, cuando Kennet MacMillan creo el ballet Anastasia para el London's Royal Ballet, yo apareci en el como personaje, en el segundo acto, actuando en un baile del Palacio de Invierno que se dio en honor a la hija del zar, Anastasia, con un traje que hacia honor a mi reputacion, el cuello cargado de diamantes, el escote de mi tutu negro abierto practicamente hasta la cintura. En fin, que le vamos a hacer.

?Si se me hubiese ocurrido hacer lo que hizo la condesa Kleinmichel para salvar su mansion en la calle Sergievskaya, colocar un cartel en el patio con esta mentira: «Esta propiedad ya ha sido requisada por los ciudadanos»! Al cabo de unas semanas, la division bolchevique de los socialdemocratas tomo mi casa y la profano colgando una bandera roja de mi tejado, y pronto se convirtio en el cuartel general del Comite Central Bolchevique. Aquella noche, sin embargo, yo cerre mi casa con llave, con la ilusion de que era lo unico necesario para mantenerla a salvo, corri las pocas manzanas que habia hasta la Perspectiva Kamennostrovsky, y aporree la puerta del gran actor Yuriev.

Me quede con el tres dias, escondiendome con su familia en los pasillos de su apartamento de las balas perdidas que rebotaban por las calles y a veces entraban por la ventana. Fuera, la multitud de trabajadores, campesinos, criminales salidos de la prision y soldados que se habian amotinado luchaban contra la policia del zar, que habia montado ametralladoras en los tejados de muchos de los edificios de pisos del distrito. Como el apartamento de Yuriev estaba en el piso superior de su edificio, soldados desesperados, con los abrigos desabrochados y las gorras vueltas hacia atras como senal de su lealtad a la Revolucion, irrumpian periodicamente en su apartamento para subir al tejado y registrarlo. Yuriev era un hombre corpulento, de nariz grande y mejillas gruesas, y los soldados no se metian con el, y como no tenian ni idea de quien era yo, una mujer menuda de mediana edad con un abrigo roto, no me preguntaban nada. Y el telefono (montado en la pared y operado por una manivela) sonaba y sonaba mientras la gente escondida en sus apartamentos se llamaban unos a otros solo para oir una voz normal, para contar lo que estaba pasando en tal o cual calle en particular. Despues de que el tercer grupo de soldados irrumpiera en la casa, Yuriev aparto sus sillas de las ventanas, y tambien sus jarrones y estatuillas, no fuera que la multitud histerica de abajo confundiese alguna de aquellas cosas con un arma, y a nosotros por tiradores de la policia, y nos acabaran disparando. Y cuando fui a ayudar a Yuriev y a su mujer a trasladar aquellas cosas, vimos un grupo de soldados que habian llegado al tejado del edificio que estaba enfrente del nuestro tirar a alguien desde alli (un policia), y vimos el ala de su sobretodo extendida como las alas de un pajaro enorme cuyo vuelo fuese muy corto. Cuando cayo al pavimento, una multitud se reunio a su alrededor para golpearle con palos.

– Mala -me dijo Yuriev-, esto es una locura. ?Donde esta el zar? Lo unico que quieren es pan. No hay lideres revolucionarios aqui.

?Y era verdad! Todos ellos volverian a la capital mas tarde, y aprenderiamos sus nombres mucho mas tarde aun: Lenin y Martov desde Zurich; Trostki de Nueva York; Chernov desde Paris; Tseretel, Dan, Gots y Stalin desde Siberia. Stalin no era nadie entonces, un ladron de bancos para la Revolucion con la cara picada de viruelas que idolatraba a Lenin y le enviaba sus rublos robados escondidos en botellas vacias de vino de Georgia, ?todos enviados a Europa! Si, aquellos hombres todavia estaban sentados en sus butacas y sus cafes en los lugares de su exilio desde 1906, y aprenderiamos sus nombres mucho mas tarde; los lideres de aquellas multitudes por tanto eran improvisados (estudiantes, trabajadores y oficiales de bajo rango que en tiempos habian tenido simpatias revolucionarias y ahora encontraban que se reavivaban esas simpatias). Sus fotografias aparecieron en los escaparates a lo largo de las semanas siguientes con la frase «Heroes de la revolucion». Los nombres de esos hombres (Linde, Kirpichnikov) pronto quedarian olvidados, pero eran los que andaban por las calles, organizando a la multitud muy ocupada requisando coches y camiones. Uno de esos camiones acelero mientras mirabamos, con una pancarta colgada: PRIMER BATALLON REVOLUCIONARIO VOLANTE. Yuriev dijo:

– ?Que significa eso?

No habia una verdadera revolucion alli, por el momento, sino solo lo que Gorki describiria mas tarde como un tumulto campesino.

– ?Por que el zar no trae tropas del frente para restaurar el orden? -pregunto Yuriev, y yo averigue mas tarde, por Sergio, que el general Alexeiev, que servia como jefe del Estado Mayor de Niki, temia que si enviaba a sus tropas lo unico que pasaria es que perderian la disciplina y se unirian al motin, y entonces todo estaria perdido.

Por rodas las calles andaban hombres con espadas, bayonetas, cuchillos de carnicero, revolveres, palos… y nosotros, cinco pisos por encima de la masa de gente, oiamos el eco de los gritos, disparos, cristales rotos. El jefe del Distrito Militar de Petrogrado habia intentado enviar un regimiento leal al regimen al Palacio de Invierno, pero

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