morado, una ninita que jamas se habia visto envuelta en una desventura imperial, sino que estaba refugiada y a salvo en la Escuela del Ballet Imperial (?como llamarian a esa escuela ahora, en este nuevo mundo?) vino a las altas puertas del comedor y nos miro. Al verla, mi hermano se calmo y con esa calma, del brazo, vino la razon. Nadie tocaria al zar en Tsarskoye, dijo Iosif. Estaba mas a salvo alli que en la capital, mientras se configuraba aquella nueva Rusia, y lo mismo ocurriria con su familia y con Vova. Si el zar no era reinstaurado, la familia imperial seguramente seria enviada al extranjero para que viviera el resto de sus anos en un comodo exilio. Segun el informe, Nicolas esperaba algo asi, y comentaba despues de firmar su documento de abdicacion que pensaba retirarse al campo, anadiendo: «Me gustan las flores». Mentira, de eso estoy segura. Pero eso debia de ser lo que pensaba el poeta Mayakovski cuando escribio en 1920 los manuales de versos con los cuales los soldados campesinos analfabetos el frente sudoeste aprendian a leer.
B – Los bolcheviques cazan a los
Los
Z – Las flores huelen bien por la noche.
Al zar Nicolas le gustaban mucho.
– Bueno -dijo Iosif-. Tendremos que esperar a ver. Pero claro, yo no podia esperar. ?Cuando he sido capaz de esperar?
Los trenes empezaron a circular de nuevo a finales del mes, por lo que, disfrazada de mi nuevo yo, no de la Magnifica Mathilde, sino de la campesina Mathilde, pude viajar en un compartimento de segunda clase las nueve verstas que habia hasta el sudoeste, hasta Tsarskoye Selo. Supe inmediatamente que la familia imperial debia de estar fuera en cuanto sali del pueblo y vi a la gente corriente toda amontonada junto a la verja del parque. Habia oido que cuando la familia daba un paseo por el parque del palacio o descansaba en una manta o, mas tarde, cuando cambiaba el tiempo y rompia el hielo en los canales o, desesperados por hacer algo, trabajaban en su huertecito, pequenos grupos de curiosos se reunian junto a las verjas de hierro negras para contemplar al antiguo zar y a la antigua zarina en su antiguo parque, ahora prision. En el pasado, tal acceso habria sido impensable: los centinelas cosacos jamas habrian permitido que nadie se reuniera a mirar, pero los guardias revolucionarios no tenian tales reparos. Dejaban que todos los que lo deseaban acudiesen y mirasen. Aquel dia la gente estaba callada, aunque a veces se informaba de que abucheaban al antiguo zar o tiraban el papel marron grasiento en el cual habian envuelto su almuerzo, hecho una bola, hacia el parque, por entre la verja, como un regalo para el despota. Cuando yo llegue me quede un poco aparte de la multitud y vi que Niki era el unico visible de la familia, con un soldado con la bayoneta calada en un rifle a unos pasos de distancia, y al verle, note que mis huesos se deshacian. El zar estaba de pie en el muelle veraniego con una pertiga larga de madera en la mano, golpeando el hielo para romper la superficie helada, de modo que se podia ver el liquido que habia por debajo, el color, el movimiento, la variedad, los mismos elementos negados al zar por sus guardias. Cuando no hostigaban a la familia, los guardias mataban ciervos y cisnes en el parque de la propiedad porque se aburrian y porque ya nadie tenia poder para prohibirles hacer aquello, y porque creian que cuando llegase la contrarrevolucion del antiguo regimen, ellos mismos acabarian colgados de una horca, y la gente apelotonada ante aquellas verjas abuchearia sus cuerpos colgados, y por tanto, ?por que dejar vivir a nadie, ya fuera animal o humano? Oi que el guardia decia:
– ?Que haras cuando venga la primavera, Nikolai Romanov?
El comentario me irrito, pero Niki lo ignoro. Cuando el guardia se echo a reir de su propia broma, un chico quedo a la vista, un chico demasiado alto para ser Vova y delgado como un junco: Alexei, recuperado ahora del sarampion pero destrozado por este. De modo que continue esperando, porque si por alli andaba Alexei, imagine, tambien estaria Vova, y por eso me quede alli de pie, sin moverme, mientras los curiosos iban y venian; al final, como soy menuda y llevaba alli tanto rato sin moverme, me converti en un iman. Nicolas se vio obligado a fijarse en mi. Miro hacia donde yo estaba sin hacer senal alguna, pero se quedo muy quieto observando durante el tiempo suficiente para atraer la atencion del zarevich, que miro hacia el mismo sitio que su padre y luego dijo: «?Papa?». Oi claramente la incertidumbre y la aprension en aquella unica pregunta, y supe por ella que los guardias debian de aterrorizar e intimidar a unos ninos tan acostumbrados al respeto y el servilismo que se les dedicaban normalmente. Y desde luego, como habia temido Alexei, la petrea postura de Niki atrajo la atencion del guardia, que dio un solo paso amenazador, escruto de forma penetrante a la chusma que estaba junto a la valla y levanto su rifle como advertencia, dirigiendose a Niki: «?Coronel Romanov!». Niki se volvio con indiferencia, como para demostrar que no miraba nada en particular, pero el guardia, suspicaz, avanzo hacia la multitud, hacia nosotros, para ver quien habia atraido la atencion del zar, que podia ser un explorador venido para sacar a la familia de su prision, porque lo unico que aterrorizaba a los guardias mas que la idea de una contrarrevolucion era dejar escapar a sus prisioneros imperiales, una transgresion por la que podian ser fusilados de inmediato por los suyos. Como averigue mas tarde, les preocupaba constantemente que desde el exterior se enviasen mensajes mediante paquetes, encendiendo o apagando luces, mediante la linea telefonica -que los prisioneros podian utilizar solo en presencia de un guardia-, mediante cartas sin sellar enviadas a un lado y otro y leidas por el comandante a su entrada y a su salida. Me acerque mas a los otros y a la verja y baje los ojos, doble las rodillas y me encogi bajo mi sombrero. ?Yo era tan menuda que podia representar incluso a un nino! Y cuando el guardia, que tambien era casi un nino a su vez, fue caminando a derecha e izquierda, vi que Niki levantaba una mano hacia Alexei para tranquilizarlo, y luego hacia una sena a alguien que estaba detras del puente, alguien indistinguible desde los oscuros troncos de los abedules sin hojas. Otro chico aparecio poco despues, un chico que cogio tambien a su vez una pertiga de madera y junto con Alexei y Niki empezo a hurgar en el hielo. Las sombras de los abedules corrian por encima de la blanca nieve, pero Niki, actuando con la disciplina que habia practicado durante veintidos anos de reinado, no volvio a mirar ni una sola vez en mi direccion. Y de esa forma fue como Niki me hizo ver a mi hijo.
Despues, Vova escribio breves cartas semanales a Sergio, en Stavka, probablemente, segun me dijo este, para ocultar su asociacion conmigo y para evitar que yo volviera a Tsarskoye de nuevo y los pusiera a todos en peligro. Las cartas de Vova siempre decian lo mismo: «Estoy bien. Te beso con carino. Siempre tuyo, Vladimir», pero Sergio decia que aunque las cartas eran breves, porque despues de todo, debian pasar por los censores, estaban escritas por Vova de puno y letra, y el y yo debiamos tranquilizarnos por ese hecho, ya que no teniamos otra forma de hacerlo, pues al menos eso significaba que se le permitia alguna comunicacion con el mundo exterior.
A lo largo de los meses siguientes, las calles de la capital se fueron poniendo cada vez mas desastradas y sucias: salian malas hierbas de las grietas del pavimento, por leves que fueran, como si la naturaleza hubiese esperado tranquilamente todo aquel tiempo para recuperar las verstas que Pedro el Grande le habia arrebatado. La nieve se volvia amarilla y luego negra, y las ventanas de los edificios seguian sin limpiar, como un grafiti de rayas y manchurrones. Las estatuas imperiales y monumentos que la multitud revolucionaria habia considerado demasiado grandes para echarlos abajo estaban cubiertos de tela roja, como dardos ensangrentados clavados en la nieve sucia, y a lo largo de las vias de hierro del Palacio de Invierno trozos de tela roja envolvian los emblemas imperiales demasiado dificiles de quitar. Pero, por ahora, aunque ese mundo desbaratado se tambalease, continuaba girando, y lo mismo ocurria con las rutinas del teatro. La Escuela Imperial de Teatro volvio a abrir y las institutrices recuperaron sus cargos una vez mas en los parques. La Escuela Imperial de Ballet no tenia agua caliente y las salas de la escuela estaban heladas, pero los soldados ya no disparaban a las ventanas de la calle del Teatro (la pequena Alexandra Danilova tuvo que agacharse para esquivar una bala cuando miraba por la ventana de su dormitorio) y las clases se podian reanudar ya. No habia combustible que quemar, de modo que las institutrices ponian a los ninos en dormitorios mas pequenos, con las camitas pegadas unas a otras, y asi, como los animales en un establo, el calor de sus cuerpos los calentaba, mientras en los lavamanos de los vestuarios flotaban trozos de hielo. El propio teatro Mariinski volvio a abrir el 15 de marzo, y los ninos eran conducidos al teatro en largos trineos, porque los coches de la escuela habian sido confiscados durante la Revolucion de Febrero. Ahora bailaban ante los soldados rasos, que fumaban cigarrillos y escupian las semillas alli mismo, en la platea, y con las botas aporreaban el suelo al ritmo de la musica. Oi decir a Vladimirov que habian quitado el gran retrato al oleo de Nicolas que estaba en la pared del vestibulo, y tambien las aguilas de dos cabezas y las coronas
