ni idea de quien era yo. ?Por que habia sacado Niki a Vova del coche y sin embargo no lo habia enviado conmigo? Quizas estuviera pensando que solo ibamos a despedirnos, y el adios que habia fingido que queria quiza fuese todo lo que me pudiera llevar al final… pero con los soldados rodeandonos ni siquiera tendriamos esa oportunidad. Lanzando unos gritos, uno de los hombres saco a Alexei de su asiento en el automovil negro e hizo que se pusiera de pie junto a Vova, como para inspeccionarlos a ambos, y los hombres empezaron a gritar: «?Cual es el heredero? ?Cual es Alexei Nikolaievich?». ?Como asegurar quien era quien? Si Niki estaba decidido a ello, si temia lo que les esperaba en el futuro, podia empujar hacia mi a Alexei y llevarse con el a Vova a Siberia. Y desde el coche vi que Alix cogia la chaqueta de Vova como para volver a meterlo en el coche con ella, y pense: «?Sabe ella tambien lo que esta en juego? ?O sencillamente no puede dejarlo marchar?». Y desde donde estaban las ninas, en el coche de atras, llego un llanto que solo parecio enfurecer mas a los soldados, que apuntaron con sus rifles primero a Niki y luego a los chicos, y luego, cuando se acordaron, tambien a mi. Los soldados que estaban mas cerca del coche empezaron a gritar a los chicos: «?Como te llamas?», pero los dos callaban, aterrorizados, y miraban mudos aquellas anchas caras campesinas, y entre tanto, Niki seguia con el brazo en torno a Vova, con los ojos clavados en los chicos para mantenerlos tranquilos. ?Que estaria pensando? Y Kobilinksy, desde el estribo, exclamaba: «?Volved a los camiones!». Los soldados le ignoraron, pero sus palabras tuvieron cierto efecto: llevaban toda la noche en pie y el tren estaba ya preparado en la estacion, y en el tren podrian dormir, de modo que se dijeron unos a otros: «Llevemos a los dos con nosotros», e hicieron gestos con los rifles para volver a meter a los chicos en el primer coche. Despues de dirigirme una mirada rapida, Niki les hizo una sena. Alexei volvio a entrar de inmediato, pero cuando Vova metia la cabeza para seguirle, yo grite y di un paso adelante. Mi hijo me miro tambien, pero el cosaco estaba mas cerca, y se inclino desde su caballo y saco la mano, enorme como una pared, para detenerme. Pero mi hijo habia hecho una pausa y yo aproveche aquel momento para caer de rodillas como una sierva en la carretera, con una peticion en la mano. Si, represente el papel de suplicante, pero realmente, con aquel desafio al claro deseo del zar de quedarse a nuestro hijo, yo fui mas bien una revolucionaria, ?no es verdad? De rodillas, llame en voz alta a Niki, cuando el se apartaba de mi y se dirigia al coche:
Inesperadamente, Niki se echo a reir. Si, recordaba
A traves de los arboles esbeltos y altos veia la diminuta figura de Sergio, que esperaba sin esperanzas en la carretera. Volvi a mirar hacia delante. Vova se habia acercado ya al ultimo cosaco, el que tenia un puno enorme, un hombre descomunal con una barba que se extendia por su pecho como un escudo, y cuando estaba ya cerca de mi, los soldados, furiosos al ver que sus companeros no habian impedido la decision del zar, se recuperaron y gritaron ordenes por su parte. Los prisioneros no daban ordenes. Nikolai Romanov ya no era el zar. El chico se iria con ellos. El cosaco bajo el brazo y cogio a Vova por el cuello mientras iba andando, y vi que los rasgos de Vova se retorcian de dolor; al notar aquello parecio despertarse de golpe. Vio mi figura menuda, mi cabello oscuro bajo la
Y Niki fue recorriendo sin que nadie le detuviera las filas que formaban hasta mi hijo, y los soldados revolucionarios retrocedieron involuntariamente con deferencia, acobardados, con su insolencia evaporada abruptamente, tal y como debia ser en presencia del zar. Aun asi, unos pocos le siguieron diciendo inutilmente:
– Yo solo tengo un hijo -dijo Niki, con una voz cortante como una guadana-. Y se perfectamente cual es.
Y con un gesto decidido de la mano, sin apartar los ojos de aquellos hombres, Niki indico al cosaco que soltase a Vova, cosa que este hizo de inmediato. Mi hijo se alejo rapidamente, frotandose el cuello mientras el cosaco miraba a un lado y otro, del comandante al zar, con la enorme mano abierta como si estuviera sorprendida. El zar en aquel momento podria haber hecho cualquier cosa, podria haber ordenado a los cosacos que cargasen, podria haber ordenado a los cosacos que colgasen a aquellos soldados de los arboles, podia haberles enviado al Palacio de Invierno para que sacaran a rastras a Kerenski y sus ministros de la fortaleza de Pedro y Pablo. Pero no hizo nada de todo aquello, igual que no habia hecho nada en el tren, en marzo del ano anterior, en Pskov. Quiza tuviese miedo de ponernos en un peligro aun mayor a todos, igual que habia temido poner en peligro su pais y a sus subditos.
Y por tanto hizo que Vova fuese el unico destinatario de sus ordenes, y le dijo: «Vete con tu madre», y entonces Niki volvio con su familia, y el grupo de soldados que estaba tras el se volvio a reunir, se encogieron todos de hombros y agitaron los rifles para que todo el mundo volviera a sus respectivos lugares, pues Niki les habia arrebatado temporalmente su preciosa autoridad, una humillacion por la cual los soldados mas tarde harian pagar a la familia. Vova y yo retrocedimos a trompicones cuando el desfile de caballos y camiones paso como un ciclon de viento y arena; mientras se alejaba el ultimo coche, vi a Niki mirando al frente fijamente, y a Alix, a su lado, con la cabeza gacha. Pero en el asiento de en medio habia un rostro vuelto hacia Vova, la pequena carita blanca y triste del zarevich Alexei, que levantaba una mano para decir adios a su amigo.
En Siberia mataron a todos los que iban con la familia imperial: el doctor Botkin, el ayuda de camara Trupp, el cocinero Yaritonov, la doncella Demidova.
– No vamos a volver a la estacion Alexandrovski -dijo Sergio cuando nos unimos a el, y despues de abrazar a Vova y besar sus mejillas nos hizo subir a toda prisa al carro, y el caballo nos condujo a San Peterisburgo, alejandonos de su antiguo propietario, que nunca lo volveria a ver. Al principio Vova se maravillaba de la forma en que el zar habia plantado cara a los soldados: «?Has visto que cara ha puesto cuando ha mirado a los cosacos?». Luego nos conto que el zar en una ocasion habia usado su baston de paseo para pegar en los tobillos a un soldado que le seguia demasiado de cerca por el parque de palacio y le habia pisado sin querer el tacon de la bota. Pero otras veces el zar no hacia nada cuando los soldados se comportaban con insolencia, y senalaba a la emperatriz que no debia hacer nada tampoco; el rostro de Vova se ensombrecia al recordar todo aquello. Con una voz que se alteraba y vacilaba entre los finos agudos de la ninez y el registro mas grave del inicio de la virilidad, nos conto que la ultima noche en Tsarskoye se habian quedado despiertos, sentados encima de las maletas durante horas en el vestibulo semicircular, y luego subieron a la sala de juegos a echar una cabezada hasta que los guardias los volvieron a llamar diciendo: «Vienen los coches». Luego, cuando al parecer los vagones de ferrocarril todavia no se habian enganchado porque los ferroviarios, furiosos, se habian negado a trabajar para el zar, y los coches tampoco llegaban de todos modos, los ninos volvieron de nuevo a la sala verde. Los ultimos meses los soldados
