emperatriz para mi tributo de decimo aniversario, y con el alquile la villa Beliaievsky, de dos pisos y medio de altura, blanca, con el tejado de tejas verdes, una propiedad que se encontraba en una colina. No era mi mansion en la Perspectiva Kronoverski, pero tenia un palido encanto, y alli Vova y yo vivimos juntos, porque Andres, por supuesto, vivia con su madre, que seguia obstinadamente ajena a los grandes cambios sociales que habia traido consigo la Revolucion. Yo me movia, como de costumbre, fuera de su vista. Incluso en sus estrechas circunstancias, Miechen seguia teniendo poder. Su hijo Boris y su amigo diplomatico britanico se habian disfrazado de trabajadores y habian hecho dos viajes a Peter para traer a escondidas las joyas y rublos que ella habia escondido en la caja fuerte secreta de su dormitorio, en el palacio Vladimir. Los hombres trajeron aquel tesoro en las botas, y parte de el Miechen, de enorme pecho y robusta, lo custodiaba alli en Kislovodsk. El resto lo envio a una caja de seguridad de un banco britanico. Una de las tiaras de Miechen la lleva hoy en dia la reina inglesa, Isabel II, ?saben? La compro barata la consorte de Jorge V, la reina Maria, en la gran liquidacion de joyas Romanov en la decada de 1920. Pero cuando Sergio le pidio al embajador britanico, George Buchanan, que le ayudara a hacer lo mismo con las joyas que yo me habia dejado, este se nego de plano. Quizas estuviese entre los diplomaticos que contemplaron con incredulidad los camiones de carbon que descargaron su alijo en mi casa y no en la suya, aquel dia tan frio, hacia diez meses, en Peter. ?Ojala Sergio no hubiese mencionado mi nombre!

Sergio me enviaba cartas cada dia, aunque llegaban irregularmente, a veces en paquetes de tres en tres, con relatos de sus aventuras en Petersburgo. Habia apilado los restos de mis muebles en Meltzer (como si esa tienda fuese una especie de fortaleza inexpugnable). Kerenski habia arrestado recientemente a su nuevo comandante en jefe del ejercito, el general Kornilov, sospechando que era un contrarrevolucionario. La infanteria habia empezado a matar a sus oficiales, de los cuales sospechaban lo mismo. Muchos soldados desertaban para ayudar en la cosecha, y con las armas que se habian llevado ahora estaban ayudando a los campesinos no solo a recolectar, sino tambien a apoderarse de la tierra y matar a los propietarios. Los bolcheviques habian conseguido no se sabe como aumentar su cuota de representacion en las elecciones de la Duma en la ciudad. El pulcro Trotski habia sido liberado de la carcel. Y debido al continuo caos gubernamental, la broma tipica en las calles era: «?Que diferencia hay entre la Rusia de hoy y la de final del ano pasado?». Y la respuesta era: «Entonces teniamos a Alexandra Feodorovna y ahora tenemos a Alexander Feodorovich… Kerenski». Ya les he dicho que a los rusos les encantan los juegos de palabras. Sergio no creia que Kerenski pudiese durar mucho mas: la gente decia que era judio, o que iba vestido con ropas de mujer, o que era adicto a la morfina y la cocaina. Aunque a nadie le gustaba, nadie estaba preparado tampoco para librarse de el: el sentimiento era que si los bolcheviques se hacian con el poder, pronto arruinarian al pais entero, y la gente suplicaria el regreso del zar, o si no, al menos los alemanes quizas invadiesen Peter y trajesen el orden con sus tanques y sus metralletas. Yo pense: «?Cuanto tiempo han estado los burzhooi suspirando por esto?» ?Llevaban esperando que un zepelin hiciese trizas Petersburgo desde aquella cancion de 1916!

Despues de leer aquellas cartas, quite los diamantes de un broche que me habia regalado en 1896 el padre de Sergio y los grandes duques Vladimir, Alexei y Pablo Alexandrovich, y los use para pagar las clases de Vova en la escuela local. ?Acaso existia alguna probabilidad de que volviesemos a Peter al cabo de poco tiempo? Pero Vova no dedicaba grandes esfuerzos al estudio, ya que estaba seguro por todas las fantasias que oia en nuestros tes y reuniones para jugar a las cartas y cenas («?te acuerdas?», y «?cuando volveran a ser las cosas igual que antes?») de que volveriamos a Peter y a sus estudios de verdad con sus antiguos tutores por Pascua, y aunque no lo decia, quizas esperase tambien volver al seno de la familia imperial. Hablaba de ellos a veces, con anoranza, de como, mientras trabajaban en el huerto, se arrojaban alegremente unos a otros terrones de tierra, y Anastasia escribio la palabra «carino» en su frente con un dedo fangoso, o de las adivinanzas que inventaron una tarde, y las escribieron en tiras de papel y se las pasaron unos a otros para resolverlas. Si, Vova se saltaba las clases, pasaba las tardes correteando como un salvaje por las calles empinadas con algunos companeros de estudios tan indisciplinados como el, y cuando finalmente venia a cenar, se negaba a hacer los deberes… aunque ni siquiera habia traido a casa los libros. Le molestaba la aparicion habitual de Andres, cada tarde, a la hora de tomar el te; Andres, a quien su madre daba licencia durante unas horas. «?Y este quien es? -decia Vova-. No es mi padre», y por tanto no escuchaba sus reprimendas, ni se sentaba con nosotros, sino que se inclinaba sobre su plato para comerse el bizcocho. O peor aun, se llevaba el plato a la cocina, prefiriendo la compania de mi cocinera, gordita y pelirroja, y se sentaba a la mesa con ella, con las largas piernas metidas debajo, la guerrera rota y el pelo alborotado por sus aventuras por la avenida Vokzalnaia. Por la noche venia a mi habitacion a leer las cartas de Sergio y solo entonces me preguntaba por las noticias del zar y de Alexei que yo habia recogido al tomar el te con Andres, que las habia oido de tercera mano por las cartas del zar a sus hermanas o a su madre, que luego se las contaban a los amigos y estos a otros amigos hasta que las noticias llegaban a Miechen. Andres solo sabia, le dije a Vova, que la familia estaba en Tobolsk, a varios cientos de kilometros al este de los Urales, que los ninos habian construido una montana de nieve en el jardin, que la familia cortaba lena para hacer ejercicio por el dia y por la noche bordaban, o leian en voz alta, o jugaban al pinacle… Todo era igual que habia sido en Tsarskoye, aunque mucho mas al este. Vova escuchaba todo esto con seriedad y decia:

– Si estuviera alli tendria algo que hacer, aqui no tengo nada.

Y luego se ponia de pie, con su larga silueta como un reproche. Se que ese dia les llega a todas las madres, el dia en que su hijo se aparta del circulo de sus brazos, pero el hecho de que lo supiera no hacia menos dolorosas sus acciones. Me console con la idea de que cuando volviesemos a Peter o Sergio se reuniera con nosotros aqui, entonces todo seria de verdad igual que «antes». En cada carta a Sergio le rogaba que se uniera a nosotros, pero el parecia decidido a esperar hasta la asamblea del gobierno provisional a finales de octubre, donde se decidiria como se gobernaria Rusia y en la cual el y su hermano Nicolas esperaban tener algo que decir.

Entonces oimos que antes incluso de que el Congreso de los Soviets de Todas las Rusias pudiera reunirse al fin, despues de todas sus deliberaciones, para proponer un gobierno en el cual tuvieran representacion todos los partidos politicos, los bolcheviques decidieron actuar. Lenin, que se habia sentado en el pupitre de mi hijo y a quien Sergio habia despreciado con tanta facilidad arrugando un papel, habia vuelto a Rusia para escenificar otro golpe de Estado, aunque este muy desorganizado y disperso, cierto, nada como la gran erupcion espontanea de julio. Pero no hacia falta. Porque Kerenski, creyendo que el partido bolchevique era tan pequeno que el nombre mismo de este, los Mayoritarios, no era mas que una fanfarronada vacia, no se habia molestado siquiera en hacer salir de sus escondites o arrestar a los que quedaban de la guerra, sino que planeaba por el contrario sacar por la fuerza a la indisciplinada infanteria campesina que los bolcheviques habian radicalizado de sus barracones de Petersburgo y llevarlos hasta el frente norte para que lucharan contra los alemanes. Pero los regimientos se negaron porque los bolcheviques les aseguraron que Kerenski estaba librando de ellos a la capital para poder clausurar la Revolucion. Si, Lenin era muy astuto y Kerenski, sin el ejercito, estaba impotente, a pesar de lo absurdo que era aquel golpe de Estado. Los viejos canones oxidados que los bolcheviques intentaron disparar desde Pedro y Pablo no detonaron, ya que el regimen inepto no los habia cuidado bien, y desde el crucero Aurora los proyectiles cayeron muy cerca, hundiendose ridiculamente en el Neva. Fue un levantamiento tan pateticamente pequeno que la representacion de Boris Godunov siguio desgranando sus escenas en el Mariinski, y Chaliapin continuo cantando cada compas de sus arias de Don Cario en el Narodny Dom, y el publico de ambos teatros permanecio felizmente ignorante de la contrarrevolucion; las calles estaban tan tranquilas, hasta en el distrito de Viborg, habitualmente alterado, que solo se arresto a dos borrachos por alli. Sergio decia que el ni siquiera se entero de que el gobierno provisional habia sido derrocado hasta el dia siguiente, cuando lo anunciaron los periodicos, declarando a los bolcheviques «Califas por una hora». Los soldados bolcheviques y los trabajadores armados habian entrado en el Palacio de Invierno por la bodega del ala este y habian ido recorriendo el laberinto de puertas, vestibulos y corredores del propio palacio. A pesar de los tres mil soldados que Kerenski destino alli, durmiendo por la noche en colchones en las grandes salas para evitarlo, hicieron salir a los ministros del gobierno provisional hacia la fortaleza de Pedro y Pablo. Kerenski salio corriendo, tal y como yo habia previsto; huyo en coche para convocar a sus tropas lealistas en el Frente Norte y no volvio nunca. Acabo, creo, en Finlandia, y desde alli se fue, como otros muchos de nosotros, a Paris y luego a America. Alli escribio y reescribio su historia. Sus ministros habian sido arrestados tan repentinamente que se quedaron con las plumas todavia calientes descansando en los documentos donde habian apuntado planes y proclamas contra los bolcheviques y la agitacion que estaban creando: «El gobierno provisional apela a todas las clases para que apoyen al gobierno provisional». Y los bolcheviques, en un frenesi de actividad,

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